Decía Eduardo Galeano que estamos en plena cultura del envase: la boda importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios.

La música y el arte en general no son ajenos a la cultura del envase. Es difícil imaginar ya un nuevo LP sin el correspondiente vídeo musical, con toda la parafernalia necesaria para llamar la atención. Hay incluso quien avanza a vídeo por tema. La estética se cuida al detalle. La ropa, los gestos, luces, fondos, cambios de plano continuos… una miscelánea absorbente muy válida para el entretenimiento. Recuerda bastante a cualquier anuncio publicitario donde beberse una cerveza o utilizar desodorante te conduce a maravillosas experiencias inolvidables. Treinta segundos de éxtasis cuya única pega es que… es mentira. 

Es evidente que en plena era de la información es imprescindible llamar la atención de alguna manera si no quieres ahogarte en el maremágnum de datos que giran en la red cada día. Pero al mismo tiempo, corremos el riesgo de dar excesiva relevancia a lo superficial, de que el continente importe más que el contenido (o incluso que el continente sea lo único que importe). La evolución del pop es un ejemplo claro, da vergüenza comparar entre “Mediterráneo” de Serrat (1971) y “La Mordidita” de Ricky Martin o “El Cocodrilo” de King África (2015). ¿Podrá escapar el rap de este proceso de idiotización?

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Fotografía: Folly Ivan

Defhormer Galinier no es un rapero típico. No presta atención al envoltorio. No tiene vídeos musicales, no pública fotos continuamente, no llama la atención a través de su estética… La única arma que utiliza es la palabra. La búsqueda de belleza a través de la palabra es un camino mucho más pedregoso que el ordinario. Eligió la cuesta arriba, nadar a contracorriente, vivir en la trinchera. El precio a pagar por el atrevimiento de despreciar la mercadotecnia es alto. Mucho más trabajo, muchas más horas, menos reconocimiento…

Elegir el camino difícil tiene un punto de valentía y de orgullo admirable, cercano a la épica. Pero es que, además, Galinier se dedica a mimar cada frase que publica. El valor que concede a cada palabra lo convierte en un liricista único en el panorama. La temática que maneja sigue también este camino minado. Es prácticamente imposible pillar todos y cada uno de los mensajes que quiere transmitir en cada tema escuchándolos una única vez. Galinier pide un esfuerzo al interlocutor de prestar atención a cada palabra, de concentración y detenimiento.  Quienes dicen que la industria de la música no existe sino que se ha integrado (o desintegrado) en la industria del entretenimiento es porque no han escuchado a Galinier.

Volviendo a la temática es frecuente encontrar constantes referencias a la brevedad de la vida, la filosofía del absurdo, aceptación de la realidad, amor por el destino, orgullo, épica de vivir, la soledad del hombre, el vacío existencial, la vanidad… Temas complejos que han tratado grandes pensadores, ideas complejas comprimidas en versos y metáforas ingeniosas.  Basten, a título ilustrativo, algunas de sus frases:

«Los humanos siempre nos creímos superiores y a los pies del infinito somos hormigas con complejo de dioses».

Decía Picasso que la diferencia entre un pintor y un artista es que el pintor pinta lo que vende y el artista vende lo que pinta. Dheformer Galinier, tibetano y artista, ultima su trabajo “La Jagüarosis”  que verá la luz en próximas fechas.