Ante la noche de los Oscar, gala que cada año hace menos por el cine y más por las polémicas, nos ha llamado la atención la peculiar película titulada El Gran Hotel Budapest, de Wes Anderson. Como es habitual en este director, creador de películas como “Viaje a Darjeeling” o “The Royal Tenenbaums”, siempre coloridas, carismáticas y llenas de rostros conocidos, esta que nos ocupa no es para menos.

En el film repiten multitud de actores predilectos para este director, como son Adrien Brody (“El pianista”), Bill Murray (“Los Cazafantasmas”) o Saoirse Ronan (“Desde mi cielo”), Jude Law (“Enemigo a las Puertas”), pero los protagonistas son Ralph Fiennes (“La lista de Schindler”) y Tony Revolori (“El Juego Perfecto”). Mención especial a estos dos grandes actores, que demuestran un talento bastante llamativo en el film, contribuyendo con el resto de actores y matices, a hacer de esta película una obra de arte -pues el cine es arte aunque se empeñen en ocultárnoslo con malas cintas- que desde luego debería llevarse algún premio de los nueve a los que opta.

Sin duda, es en su apartado técnico donde esta película vale su peso en oro. Lo primero que destaca es el formato clásico de su imagen, ese 4:3 típico del cine de otra época, al que se hace honor en esta cinta, como ya lo hizo en 2011 “The Artist”, dando un toque de originalidad en base a un recurso clásico. Por otro lado, tenemos esos planos, llenando la película de travellings, plano contra plano y demás recursos técnicos del cine, que de nuevo brindan de curiosidad este film. Los decorados también son muy llamativos, llenos de color, contrastes y un ambiente complicado de describir. La banda sonora es digna de ser candidata a su premio en los Oscar, alegre y emotiva, acompaña toda la película al nivel del resto de sus factores. El caso es que la película te mete en un ambiente mágico, donde se nota aprecio por la obra, y cuyo resultado es más que satisfactorio para con el espectador.

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El temor de no ser reconocida

Por otro lado, tenemos el argumento, simple pero divertido, lleno de detalles, humor desenfadado, y sobre todo, magníficamente narrado en forma teatral o literaria, como en sí se divide toda la cinta. La película nos presenta la historia de un lujoso hotel en los Alpes, antaño glorioso, y actualmente venido a menos, junto con la historia de un asesinato, una herencia y una aventura.  Desde luego, una de las creaciones mejor elaboradas de este año para un menester.

Si he de sacarle algún punto negativo sería que a pesar de su corta duración, 100 minutos, se hace un poco lenta en ocasiones, pero no aburrida. No es una película que se disfrute plenamente una tarde somnolienta de domingo, es una película que hay que verla con ganas para poder disfrutarla al cien por cien, pues tiene mucho que ofrecer.

Para finalizar, es una película que tememos no sea reconocida como se merece en la gala, pero es una maldición que se repite año tras año, por lo que al margen de los Oscar, la película es muy recomendable, divertida y tremendamente artística, que si bien puede no ser reconocida su valía en este certamen estadounidense, sí lo será con los años, o debería serlo por todo amante del cine. Es una película como pocas, que te hace recobrar la fe en el cine, y en lo mucho bueno que puede ofrecer, si se quiere.