NATALIA LACUNZA:
una cuestión generacional
Mucho ha llovido desde aquel tercer puesto en Operación Triunfo. Siete años después y ya como una artista más que establecida en el panorama nacional, Natalia Lacunza está preparada para lanzar su segundo álbum de estudio. Así da la bienvenida a la etapa más adulta de su carrera, centrada en la nostalgia de la juventud y la aceptación de un destino afín a toda una generación.
Lacunza dice estar en un momento de “estrés” e “inseguridad” a raíz de la salida de su nuevo disco a finales de año. “El segundo álbum siempre es el que puede o salir muy bien o muy mal, así que estoy intentando no perder la cabeza y apoyarme en la gente que ha estado conmigo en el proceso de creación del disco”. A nivel vital, no es diferente del resto de chavales de su edad. “Acabo de cumplir 26 años, la adolescencia cada vez queda más atrás y los 30 cada vez están más cerca”, comenta.
‘Un Castigo’ es la primera muestra de este nuevo capítulo en la carrera de Natalia. Un banger sutil que bebe del R&B y el pop alternativo para conseguir lo que mejor se le da a la cantante pamplonesa: convertir rupturas en temazos. Eso sí, no es la ruptura que te crees. “Por mucho que lo parezca, no es una ruptura amorosa. Siento que te pueden romper el corazón de muchas formas y creo que lo peor del mundo es perder a tu mejor amiga”. Procesar los sentimientos, llorar y convertir el dolor en música. “Si la vida te la limones pues tú haces canciones y ya está. Sacar lo malo a través de la música es algo super curativo y que también hace que los demás puedan usar esa sensación tuya para desahogarse a través de lo que tú has escrito”. Ella también tiene su selección musical de emergencia en caso de ruptura. “A mí ‘Nectar’ de Joji me acompañó en un momento muy difícil y me encantó. Cuando más solo estás, todavía tienes la música para acompañarte en ese proceso”.
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La colaboración con Jesse Baez también marca la primera piedra en el camino al nuevo disco de Lacunza. Está todo pensado. “Es una muy buena forma de entrar en el mundo del disco. También creo que es el tema más directo, pop e intergeneracional. Le puede gustar a tu sobrina y a tu tía abuela”. Producida por Pau Paredes y Pau Riutort, y con arreglos de Ganges, ‘Un Castigo’ también fue un parto sencillo. “La hicimos en una tarde. Es muy buena señal porque cuando una canción está estructurada en cuatro horas, con estribillo, puente y toda la magia, es perfecto”. Aunque en un principio no iba a ser una colaboración, la intervención del artista guatemalteco fue una especie de accidente feliz. “Yo tenía el tema escrito, grabado y todo, pero un día se me encendió la bombilla. Yo seguía a Jesse desde hace mucho tiempo y, para los artistas, Instagram también es un poco como ligar, pero con las colabos. Entonces, vi que caía algún like, que yo también le tiraba alguno y pensé que igual se podía llegar a dar”. La voz de Baez ha acabado siendo esencial para potenciar el lado más atemporal de la canción. Menos mal que no acabó todo en un malentendido. “Muchas veces pasa que me sigue algún artista y pienso: ‘esté no sé si quiere ligar o qué’. Siempre está la duda, pero con Jesse fue todo amistoso y sin pretensiones».
La edad y las verdades ocultas que se desvelan con ella son un tema central en el próximo disco de Natalia, del que todavía no se conoce título. Ella dice que las condiciones perfectas para disfrutarlo al máximo residen en “ser post adolescente y vivir en la post adolescencia”: “El disco va de ese momento en el que te das cuenta de que la persona que pensabas que ibas a ser con 25 años no existe y que tienes que volver a reestructurar absolutamente todo. Nada de lo que tenías te vale y tienes que volver a conocerte a ti en este mundo”. De nuevo, otro duelo no romántico. “Es ese momento de ruptura con la idealización de la juventud”. Algo que toda persona entre 25 y 30 años puede entender perfectamente. “Vivimos en unas circunstancias en las que es muy fácil sentirse perdido. La precariedad, la cantidad de información que tenemos, la presión de las redes, las expectativas y las comparaciones son absolutamente demenciales”. Es cosa de toda una generación. “Nos revisamos mucho más que la generación de nuestros padres, que también estaban tristes y deprimidos, pero igual no sabían verlo tan bien. Somos gente un poco triste, pero tenemos razones para ello”.
No son solo unas circunstancias difíciles, sino también la autoexigencia de una artista que no ha parado de crecer con el paso del tiempo. “Una se vuelve más ‘picky’ con los años y cada vez quiere hacerlo mejor y elevar la movida todo lo posible”. Todo tiene un lado malo. “También vas siendo más autoconsciente y eso puede significar que te autosaboteas más, porque te planteas más si lo que estás haciendo está bien”. También es la experiencia acumulada en una industria difícil de navegar. “Antes vivía haciendo música sin entender si alguien la escuchaba o no, pero ahora ya sé que sí y cuesta más tomar decisiones, elegir canciones, escribirlas… Pero ha merecido la pena”. El secreto de Natalia para luchar contra sí misma es casi un cliché, pero no por eso menos efectivo. “Parezco una básica, pero ir al gimnasio me ha ayudado un montón”. No es solo sudar y ya está, sino desconectar un poco de ti misma. «Este trabajo eres tú contigo misma todo el rato las 24 horas del día. Hay que buscar formas de escapar de eso, centrarte en otra cosa y darle otra importancia”.
Así, ha conseguido reconectar con la Natalia del pasado. “Me he dado cuenta de que estaba intentando escaparme de mi propia naturaleza. El autocringe me hizo mal. Solía decir: ‘joder, tía, esto es música de bajona que flipas y es un poco cheesy y da cringe’. Y ahora creo que eso es lo que está bien. Hay que abrazar el cringe y ya está. Soy una artista pop y me encantan las melodías pop”. En su primer disco, ‘Tiene que ser para mí’, no existían estas dudas. “He hecho el ejercicio de volver a reunirme con la Natalia que no tenía tanto miedo a ser ella misma”. Volver al pasado, con la intención de poder avanzar.