Sin saber si nos alegramos del todo, los ochenta están de vuelta una vez más. La época dorada de los tupés y el Dragon’s Lair vuelven a la pequeña pantalla con Stranger Things 2, el thriller de misterio y teorías tridimensionales que tiene maravillado a medio mundo. Tras un año de incesante promoción por parte de Netflix donde creativamente han dado la vuelta al panorama, hablamos de las impresiones que nos deja su segunda entrega tras su estreno el pasado viernes.

Las redes han ardido, cualquier frontera concebida ha sido batida por Stranger Things 2 en tan sólo un par de días. La creación de los hermanos Duffer se colaba por todos nuestros televisores este pasado fin de semana invitándonos a compartir compulsivamente sus icónicos créditos de neones rojos. Es tan grande el fenómeno fan que ha generado que los cuatro adorables freaks de Hawkings se debaten en pasar a la historia como los merecidos sucesores de los Goonies.

El manido epitafio “Segundas partes nunca fueron buenas”  ha quedado sentenciado al olvido gracias al terreno televisivo. Stranger Things 2 ha vuelto como una continuación casi literal de su primera entrega para rebatirse y causar más furor que su antecesora. Tras haber revelado nuevas dimensiones y destinar al pequeño pueblo de Hawkings a ser el inmediato eje del mal, su segunda temporada agranda la leyenda y se convierte en ejemplo a seguir por futuras series piloto.

1984, 28 de Octubre, semana de Halloween. Así arranca su segunda temporada. El fin de semana norteamericano donde la vuelta de los muertos al mundo de los vivos se veneraba en fiestas teenager con disfraces de toda índole. Dejando de lado todo tipo de preámbulos, esta segunda entrega comienza su metraje calcando a Batman: El Caballero Oscuro. Payasos, máscaras y un robo con fusil en mano hacen de esta intro una alegoría cinematográfica más que tachar en la lista. Y no son pocas las que veremos. Agradeciendo el desprenderse de tanta particularidad, como era el caso de Eleven, Stranger Things 2 centrará su trama de misterios del más allá en ahondar en el origen de todas las catástrofes y desdichas que Hawkings parece merecer.

Amplias y variadas son las tramas que ganan fuerza en esta temporada: daremos un paso más para adentrarnos en el Upside Down, nos prepararemos para la tormenta apocalíptica muy propia de La Guerra de los Mundos que se avecina a Hawkings y sumando una Y a la X se tratará de resolver el misterio de los niños casi X-Men como Eleven que parecen ser un arma de destrucción masiva de grandes corporaciones. A caballo entre Dan Brown y Expendiente X, Stranger Things parece mantener su lógica y ritmo desenvolviéndose como nadie en este maremágnum de conspiraciones y realidades paralelas.

Veremos cómo esta segunda temporada las incógnitas son tantas que no parecen despejarse, aunque será ese ambiente que a veces tinta retro y a veces al universo más oscuro de Cthulhu los que nos seducen haciéndonos olvidar del quien mucho abarca poco aprieta. Stranger Things 2 sabe bien cómo definirse y lo hace en una muy buena caricatura de lo que es: la típica fiesta americana donde todo el mundo sigue bailando a sabiendas que la noche acabará mal y pronto.

No hay duda de que se ha convertido en todo un gigante en el mundo de las series, con el mínimo margen de un año se ha asentado en la cima para no bajar de los primeros puestos. Dustin (Gaten Matarazzo), Lucas (Caleb McLaughtlin), Mike (Finn Wolfhard) y Will (Noah Schnapp) ya conviven con ser los freaks más célebres del panorama, aunque es Eleven (Millie Bobby Brown) quien ha pasado directamente a ser toda una efigie de la industria.

¿Pero qué hace a Stranger Things ser algo diferente al resto? Simplemente, la nostalgia. Hace caer en la trampa del recuerdo viviendo constantemente de las referencias. Son multitud los títulos cinematográficos donde el guiño e imitación ha sido directa y reverenciada: Jurassic Park, Star Wars, E.T o Encuentros en la Tercera Fase han hecho rememorar aquellos clásicos de los añorados y horteras 80. Si a esto le sumas una BSO donde este año encontramos oldies goldies de los Scorpions o The Clash, Stranger Things aprovecha el filón para colocar un hit ochentero en cada escena haciendo difusa en ocasiones la frontera entre la banda sonora y karaoke. Aún así su premisa es simple, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Pronto es para decir que Stranger Things 2 es  mayor que su antecesora, pero sus personajes si que lo son. La soledad de ser freak es muy dura y los amores de instituto rompen el corazón a cualquiera, y aunque la adolescencia no es etapa para madurar, a Stranger Things le sienta bien el tiempo. Sólo les queda saber si el público al final de la noche eligen truco o trato.