En mitad de una crisis existencial, ¿quién no ha pensado alguna vez dejarlo todo, abandonar el ruido de la ciudad y huir en busca de algo mejor? Esta es la historia de alguien que con más o menos suerte lo logró. Basada en el notable libro del alpinista y escritor Jon Krakauer «Into the wild» (Hacia rutas salvajes), la película, del mismo título que el libro, nos narra la historia del joven Christopher McCandless. 

Seann Penn, en la que fue una de sus mejores películas como director nos adentra en la vida de Christopher McCandless, alias “Alexander Supertramp” que a sus veintidos años tras graduarse en sus estudios decide abandonar a su familia y su estilo de vida para realizar un recorrido en la profunda América hasta llegar a Alaska, el territorio hostil donde pretende vivir con lo más básico. Toda una prueba de supervivencia, sin duda.

La película se divide en cinco etapas que van marcando el ritmo del viaje y hacen referencia a su evolución en la vida nómada: mi propio nacimiento, adolescencia, edad adulta y sabiduría. Todo ello introducido con secuencias de esos propios momentos de la vida del personaje, sus problemas familiares, sus sentimientos en aquellos momentos y las dificultades.

¿Naturaleza rival o compañera del ser humano?

1La naturaleza se convierte en un protagonista principal –ni falta hace decir que la fotografía es inmejorable- y nos enseña su lado más duro. Muestra al ser humano más básico, más primario en constante competición con la naturaleza, momentos en los que se gana y momentos en los que se pierde. Otro personaje de vital importancia es el refugio de Alexander, “Magic bus” un autobús que encuentra abandonado y que se convertirá en lugar de reflexión para el diario que va escribiendo.

Lejos de proponer una única reflexión, McCandless nos ofrece una lección de vida. A ratos un idealista en un extremo insostenible para el resto de mortales, y a ratos una persona de mente abierta capaz de tomar una valiente decisión y elegir su propia forma de vida desapegándose de objetos y personas. En la relación con la naturaleza y esa vida nómada es como consigue no ceder a los deseos del resto y hacer lo que él quiere siguiendo su ideología y sus verdaderas creencias.

Todas las relaciones que mantiene están marcadas por la distancia que el mismo limita con los personajes. Saca la mejor parte de ellos pero no se excede en la relación, continúa su camino y deja que todos ellos partan libres. Acompañado en estos ratos por los personajes propone reflexiones sobre la felicidad como: “La felicidad sólo es real cuando se comparte” – no, no está sólo sacada de un libro de autoayuda, aquí también sale- entre otras.

La película cuanto menos invita a leer la novela original en la que está basada y, por qué no decirlo, a marcharse lejos de aquí. Para mí un gran descubrimiento digno de seguir en esas más de dos horas que dura. Si es un acto heroico, neohippismo trasnochado o una decisión valiente lo que toma el protagonista, ya es decisión personal de cada uno, pero mientras nos invite a replantearnos la vida que llevamos bienvenido sea.