A falta de calendario, la procrastinación, aunque dosificada, acaba por habitarlo todo. Si la apiláramos en cajas de mudanza llegaría hasta el techo y llenaría tres trasteros. Sigue siendo nuestra norma el dejarlo todo para última hora y una pandemia mundial, por sonora que suene, no tiene la capacidad de alterar el orden básico del tiempo. Más Libres. Hedonistas, cansados o responsables. Cada uno convive consigo mismo de cualquier forma. Pero esta pausa ha sido lo más experimental que hemos hecho en años y aunque las horas duren menos que muchas cajas de galletas, todo se ha vuelto más recreativo.

Desorientados aún al dar primerizos pasos y algo ciegos por la fina luz que se entreve al final del túnel, no parece que estemos aún preparados para lo que se nos viene encima. Ni el wellness ni el mindfullness nos van a salvan de saber que como seres vivos somos un puto desastre. La espiral existencial continúa. Paseos a tientas de una hora o lucir la camiseta flúor antes de la carrera de media tarde no han sido suficientes para contestarnos en qué día vivimos, si ayer fue sábado, febrero o martes. Así se llena la calle de gente corriendo en círculos, con prisa, como si se preparasen para algo que ni siquiera ellos saben. Hacia la nada. Como las figuritas que venían con el Happy Meal, que tras meticulosamente encajar todas las piezas y haberle dado cuerda hasta decir basta, deciden coger un rumbo aleatorio desapareciendo de la mesa.

Fotografía: Alba Rupérez / Bad Gyal

Uno de los recursos más socorridos en este entretiempo es ponerse deberes. Tan inservible como inviable. Nos gusta ser así, tener la casa llena de post its fluorescentes, de recuadros marcados con ticks y listas con quehaceres innegablemente inútiles. Orgulloso Diógenes. Como si hubiésemos asumido hace mucho tiempo ya que tener una vida plena corresponde a contestar la máxima de ¿Cuánto tiempo tienes?, que no depende tanto ya haber escrito un libro, tener legado o plantar árboles.

Deberes como saber Los cien mil lugares que visitar antes de morir, recetas o restaurantes que degustar para todo tipo de paladares, lo que antes eran el atlas y la Encarta, profundizar en el dadaísmo o el estar al tanto de todas y cada una de las tendencias mundiales, ya sean fílmicas o musicales. Cada uno busca su forma de distraerse, de satisfacerse. Pero de la anterior enumeración, la última opción es la más prometedora. El entretenimiento audiovisual y el arte se ha convertido en nuestra mayor vía, respiratoria y de escape. El cine, las series, los libros y las canciones han servido para aguantar tanto tiempo en soledad y han sido los únicos medios capaces de relegar el cumplir por cumplir, el deber por deber y retrasar la tarea.

Fotografía: Alba Rupérez / Yung Beef – Primavera Sound 2019

ALBA RUPÉREZ

Sobre arte o entretenimiento, la música y su reflejo sabe Alba Rupérez, una de las fotógrafas más cercanas en sentir ese latir y ser partícipe del panorama. Ella ha retratado la escena underground española desde hace años y ha vivido en sus carnes como florecía todo de la nada. Sus retratos empoderan a diversas estrellas, expertas ellas en llenar salas y ahogar la pista de ritmos mientras todo el mundo baila. Una galería, en su mayoría lúcida por mujeres talentosas, donde se exhibe el orgullo frente a miradas contrapuestas. Ella es consciente de todo lo que la música aporta al mundo y viceversa, por ello, como experta en la materia, Alba nos cuenta cómo está viviendo esta ruptura de esquemas.

Desde lejos, cogiendo algo de perspectiva, Alba centra su preocupación en observar la grieta que divide a la industria. Un futuro que de momento se mantiene incierto para todo aquel que lo nutre desde dentro: “En este sentido la industria de la música y de la cultura de la que tantos jóvenes vivimos va a ser la última en recuperarse, me cuesta imaginarme lo de salas llenas y la gente feliz”. Aunque no hay nada claro aún, ella sí que tiene una cosa por cierto. Depende de nosotros mismos únicamente el que todo vaya mejor, tanto la cura como el remedio: “El ser humano somos la verdadera pandemia, que necesitaríamos cinco malditos planetas para guardar toda la mierda que generamos. La verdad es que el mundo tal y como era antes de todo esto daba pena…”

Escéptica de que no nos tropecemos con más piedras en este largo camino y continúen los baches, Alba sabe que no será fácil si no estamos todos a una. Que esto tampoco es cosa de un día: “Ya te digo que creo muy poco en el ser humano y que dudo que esto de cantar “Resistiré” por el balcón se transforme luego en algo real. La cosa se pondrá jodida y por más que algunos creamos en la colectividad como solución, la mayoría optará por el sálvese quien pueda…Yo solo creo en Iker”.

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“La industria de la música y de la cultura de la que tantos jóvenes vivimos va a ser la última en recuperarse, me cuesta imaginarme lo de salas llenas y la gente feliz”.

No sé si lo astral será lo que nos salve, aunque hasta los avistamientos de cuerpos extraños han sido protagonistas en esta cuarentena, pero volviendo a un terreno más controlable donde Alba es experta, al ser alma máter de la escena urbana nacional sabe que todo puede ser muy diferente a lo que vivíamos hasta hace nada: “En mi caso llevo ya tiempo en la industria y si toca reinventarse otra vez para seguir ingresando y poder crecer con las nuevas dinámicas, eso haré. Lo que no va a cambiar es mi manera de mirar, mi instinto fotográfico y mi estilo. Es algo que he trabajado años para conseguir, será mi legado”.

En su trabajo destaca la fuerza y la alta talla de los artistas que posan para ella. Los artistas y en particular las mujeres que retrata, y a las que también admira, son su mayor inspiración durante estos días: ‘Voy a recomendar que escuchéis a todas las mujeres poderosas con las que tengo el placer de trabajar habitualmente o que tengo la suerte de conocer: Aleesha, Akasha Kid, Bea Pelea, La Zowi, La Eterna, Maria Escarmiento, Jedet, Juicy Bae, Ms Nina, Bad Gyal, Albany…» Un eco femenino cada vez más presente en España que impulsa el panorama nacional, ya sea en música o en otras artes. Suma a las anteriores recomendaciones el trabajo de grandes ejemplos como: Adriana Roslin, R0vishi, Caroliuna, Adazz, Anna Marti, Rocío Aguirre o Solbela.

Si de compartir y recomendar estamos todos con los oídos bien abiertos, Alba nos enseña una de sus fotografías que podríamos considerar como favorita. Un recuerdo vivo a modo de retrato donde la doble exposición y el contorno podrían ser una buena alegoría de lo que vivimos cada uno por dentro y fuera: “Esta foto que le hice a mi amiga y artista Laura a.k.a DJ ALVVA, la hice para una exposición en la que tuve la suerte de participar como comisaría durante el Levis Music Project 2019”.

Fotografía: Alba Rupérez / DJ ALVVA

Este tipo de espacios son donde Alba se siente más cómoda trabajando, no hay claustrofobia entre neones y decibelios, es en el club donde suele sentirse como en casa: «Visualmente creo que representa muy bien el mood del encierro y para mí es como un homenaje a todos aquellos artistas que se han quedado en casa sin trabajo, sin conciertos, sin bolos, sin poder enseñar su trabajo cara a cara a sus fans y con un futuro por delante nublado y sin expresión.

Aún con la incertidumbre como hilo musical y viendo que la mayoría de conciertos programados se aplazan, es cierto que la situación es dura, pero no está todo perdido para Alba. Quedándose con lo bueno, nos despide con un mensaje de hermandad dirigido a toda la comunidad: “Hay mucha gente con un potencial increíble que están en la lucha de elevar su carrera. A mí me fliparía empezar a crear un imaginario visual mano a mano con alguno de estos artistas. No pienso en una foto final, pienso más en un todo, en un trabajo de creación y aprendizaje continuo y conjunto. Sellos, artistas hit me up! ”