«Se personifica al enemigo en otros artistas o en mí, porque cometemos el peor de los delitos: cuando todo alrededor es basura, nosotros osamos despertar conciencias llamando a las cosas por su nombre”. Esta frase, extraída de un comunicado remitido por Costa hace tan solo unos días, ilustra a la perfección el sentimiento que hay detrás de muchos raperos que están siendo últimamente el centro de la diana de aquellos que ven en la libertad de expresión un arma con potencial. No es nada nuevo, la censura ha perseguido al rap prácticamente desde sus inicios. Ese género nacido en las calles como forma de lucha verbal contra las injusticias imperantes fue testigo en los años 80 de como arrestaban al propietario de una tienda de discos estadounidense por vender un cassette del grupo 2 Live Crew, cuyas letras fueron catalogadas como obscenas. Un acto que es considerado a día de hoy como uno de los primeros hachazos a la libertad de expresión en terreno musical, aunque no el único. Todos tenemos en la cabeza el desafío de N.W.A. al cantar en Compton «Fuck tha Police» pese a haber sido advertidos de que no lo hicieran. El resultado fue una imagen de lo más barroca: la policía saltando al escenario, N.W.A. huyendo, y Fuck Tha Police convirtiéndose en todo un himno contra la violencia policial que ha quedado impreso en la historia. Querían silencio y encontraron un eco infinito.

Desde entonces son innumerables los casos de artistas que han tenido dificultades por expresarse a través de sus letras, algunos de ellos en España. Pablo Hasél ha sido condenado a dos años de cárcel por apología al terrorismo; César Strawberry, de Def con Dos, está pendiente de juicio por enaltecimiento al terrorismo y humillación a las víctimas; Los Chikos del Maíz cuentan con alguna querella archivada y otras tantas amenazas de tomar acciones legales similares; Ayax y Prok han sido imputados por injurias a la policía en uno de los temas de Ayax (y recalco lo de Ayax porque a pesar de que el tema es suyo la imputación pesa también sobre su hermano) y Costa ha sufrido la cancelación de varios de sus conciertos por continuas presiones de colectivos que le acusan de apología a la violencia contra las mujeres. Después de varias semanas agitadas por censuras y amenazas de querellas hemos querido analizar el estado de la libertad de expresión en el rap. ¿Deben existir límites a la libertad de expresión artística? ¿Se mide ésta en ocasiones con un doble rasero? Intentamos buscar respuestas desde varias perspectivas con algunos de sus protagonistas.

Creación y limites, ¿incompatible?

La definición de libertad de expresión que ofrece la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 19 no deja lugar a dudas: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión». El problema viene con las limitaciones que recoge el artículo 29 y que generan tal ambigüedad que puestas en manos de un juez pueden ser interpretadas de un modo totalmente diferente al que aplicaría otro magistrado. Un claro ejemplo lo ha vivido Francia hace muy poquito. En el año 2009 cinco asociaciones feministas demandaron al rapero francés Orelsan por delitos de incitación al odio, a la violencia de género e injurias públicas. Pese a ser considerado culpable en primera instancia, el Tribunal de Apelación de Versalles determinó hace poco más de un mes que debe ser absuelto. Las razones que da son contundentes y pueden servirnos para entender un poco más este tema.

En concreto determinó que las letras de las canciones no pueden calificarse como un delito de injurias o de incitación a la violencia y al odio contra las mujeres ya que esto supondría censurar toda forma de creación artística inspirada por el malestar, el desarraigo y el sentimiento de abandono de una generación, violando así el principio de libertad de expresión. Añadía además que toda canción debe ser analizada en el contexto musical al que pertenece y en relación con posibles personajes imaginarios. Limitar o prohibir por tanto esa forma de expresión significaría para este tribunal un atentado grave contra la libertad de creación.

Estamos ante un mismo caso con dos miradas y dos sentencias opuestas, lo que nos lleva a plantearnos cuánto de subjetivo hay a la hora de poner límites a la libertad de expresión. Y con esta ambigüedad comienza el lío. ¿Cuáles son las limitaciones a la libertad de expresión? ¿Quién las decide? ¿Cómo se aplican? Cuando hablamos de libertad de expresión en terreno musical, ¿vale todo, o toda libertad tiene que ser limitada? Hemos querido hablar con algunos de los grupos anteriormente mencionados para que nos den su visión sobre un tema que les afecta directamente.

Para Nega, componente de Los Chikos del Maíz, «coartar o delimitar la libertad de expresión es cercenarla y será otra cosa, pero no libertad de expresión. Creo que la libertad de expresión es sagrada y uno tiene derecho a decir lo que le venga en gana o considere. Yo nunca censuraría un disco o un concierto, por muchas barbaridades que diga el artista. Ahora bien, si cantas viva Franco y el día de tu concierto tienes a 200 antifascistas que te quieren reventar o si te pasas el día llamando putas a las mujeres y grupos feministas escriben contra ti y te montan un escrache, hay que asumirlo. De la misma forma que tú tienes derecho a decir lo que quieras, la gente tiene derecho a manifestar si le parece una mierda lo que dices. No debería existir la más mínima limitación a la libertad de expresión, tienes derecho a decir lo que quieras, pero luego hay que asumir las consecuencias. Es como si yo ahora me lamentara porque colectivos nazis nos insultan por Twitter, sabíamos que pasaría desde el día uno. Hay que asumir las consecuencias. Y los riesgos».

Otro de los artistas que lleva meses luchando encarecidamente por defender lo que él considera como su derecho a la libertad de expresión es Costa. Para el artista «la libertad personal acaba donde empieza la de los demás. Mis letras versan sobre mi actitud ante mi guerra personal y mi autodestrucción. No entienden que mi mensaje no denigra si no que glorifica la esencia humana, transgrediendo en los sentimientos y en una actitud antisocial. Ante su rebaño de corderos yo soy el lobo. Mientras esto pasa conmigo los conciertos de grupos Neo-Nazis no se suspenden. Así es este país”.

Un país cuya cuestionada Ley Mordaza ha amparado la imputación de Ayax por injurias a la policía. «Para mí la libertad de expresión es casi ilimitada, hay una delgada línea que separa la libertad de unos y de otros. La pregunta es: si ellos cohíben mi libertad de expresión con el respaldo del Estado, ¿qué puedo hacer yo?. Puedo escribir canciones y decir lo que me salga de la polla. Es mi única arma y pienso aprovecharla«, nos comenta Ayax. Pese a que su caso es uno de los más relevantes junto al de Pablo Hasél, al estar judicializados, Ayax piensa que todas las situaciones similares en las que se encuentran diversos artistas “tienen la misma relevancia porque todos son actos dedicados a coartar la creación y la critica».

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No solo los artistas están teniendo que hacer frente a ciertas presiones derivadas de la libertad de expresión. Determinadas asociaciones y partidos políticos están poniendo entre la espada y la pared a algunas salas y festivales para que cancelen ciertos directos que consideran inapropiados e inadmisibles. El último caso que hemos conocido es el del festival Cultura Inquieta, criticado por el Partido Popular por incluir en su cartel a Fermín Muguruza y Los Chikos del Maiz. Juan Yuste, director del festival, nos comenta que los criterios que tienen a la hora de programar «responden a necesidades artísticas y culturales, no políticas. Por ello ni entendemos la problemática suscitada ni la alimentamos. Sencillamente nos limitamos a desarrollar nuestra labor, esto es, tratar de ofrecer una programación cultural de calidad y de gran variedad.» A la hora de responder si cree que se le deberían poner límites a la libertad de expresión dentro del ámbito musical Yuste contesta con una frase de Noam Chomsky de lo mas reveladora: «si no creemos en la libertad de expresión de las personas que despreciamos, no creemos en ella en absoluto

No es el único caso de presiones. En lo que llevamos de año hemos visto a salas impedir conciertos de artistas como Kaydy Cain, de Pxxr Gvng. Sin embargo la peor parte en este terreno se la ha llevado Costa. A principios de año cancelaban uno de sus directos en Ciudad Real alegando la sala que la cancelación se justificaba por “ética y en consonancia con sus normas y filosofía”. Lo que nos hace cuestionarnos si a la hora de contratar eso les importó mas bien poco o es que no hicieron su trabajo de manera responsable. Lo mismo le ha ocurrido hace poco en el Urban Festival donde, pese a estar en cartel, finalmente el Ayuntamiento de Torrejón decidió sustituirle por otro artista. Preguntado sobre si la actitud de estas salas y festivales puede llegar a ser comprensible o no dejan de ser cómplices de una injusticia, Costa lo tiene claro: “Sinceramente creo que si son cómplices, entiendo la dificultad de enfrentarse a esta maraña de irracionalidad cuando parece que con argumentos no se pude ganar ya que ellos lo llevan todo al campo de la demagogia, pero a veces hay que ser valiente”. Seguramente si el artista contratado hubiera sido Eminem en lugar de Costa el concierto habría seguido su curso sin problema, a pesar de ser el primero mucho mas controvertido. Y es que, como comentaremos a continuación, en terreno de libertad de expresión, hay siempre un halo persecutor de doble moral.

Doble moral para medir y castigar la libertad de expresión

Poco después de sacar su disco «Tu madre es una foca» les preguntaban a Tote y Shotta en una entrevista si creían que si el tema «Bigota a la Ponderosa» llegara a las manos de Aznar podría llegar a ser censurado, a lo que Shotta respondía: «¿Qué pasaría si se enterara? ¿Me encarcelaría?». Pues bien, no sabemos si no se ha enterado o no hemos tenido constancia de ello. Lo que sí esta claro es que si este tema hubiera salido en los últimos años en vez de en su día posiblemente su suerte habría sido muy distinta. No es que antes hubiera más libertad de expresión, es que el juego político no daba para tanto. Curiosamente la mayor parte de los artistas que han sido denunciados en los últimos tiempos tienen un denominador común: la denuncia se basa en torno a declaraciones de marcado componente político. Son cientos los grupos que hacen apología a las drogas en sus letras y sin embargo no hay ni una sola querella que pese sobre ellos por este tema.

Un hecho que nos lleva a plantearnos si existe un doble rasero para medir y castigar la libertad de expresión. Según Nega «puedes hacer completa y explícita apología de la droga en una disco abarrotada de menores, ninguna institución u organismo oficial va a mover un dedo. Con la política es otra cantar. Llámame loco pero quizá es que al sistema le interesa más que la juventud esté drogada moviendo el culo en una disco que organizándose políticamente». El revuelo causado por El Corredor de Fondo, último single de los Chikos del Maiz, ha sido utilizado por el poder para golpear al contrario, usando a los artistas (para los medios de comunicación «el grupo favorito de Pablo Iglesias») como táctica contra la oposición. Les ha costado una amenaza de querella. «La libertad de expresión como moneda de cambio en el rifirrafe político es obvio: primero se criminaliza al grupo y luego se obliga a los partidos a posicionarse. Y ahora Podemos es un partido terrorista porque ha contratado a Def con Dos para su fiesta. Y Pablo Iglesias apoya a ETA porque Los Chikos del Maíz piden zulo y trabajos forzados para Pablo Casado. Def con Dos y Los Chikos del Maíz les importan una mierda, lo que les interesa es poder sacar rédito político atacando a Podemos, IU, CUP, Bildu o cualquier entidad política que contrate o simpatice con este tipo de grupos politizados», comenta Nega.

Para el granadino Ayax la doble moral es una constante en la música cuando ésta se topa con la libertad de expresión. «Si un chavalito de 13 años está comiendo cristal para imitar a su ídolo no pasa nada, pero si yo cuestiono los abusos policiales o la falta de empatía de las élites con los desfavorecidos, ya les estoy cuestionando a «ellos» y eso no lo permiten. Y por supuesto que utilizan la libertad de expresión como moneda de cambio y arma arrojadiza entre ellos, como más les gusta y con la transcripción que ellos le dan, según su idea subjetiva», comenta.

politica libertad expre
La imagen anterior es una prueba evidente del continuo juego político en torno al rap. A los casos que nos comentaba anteriormente Nega se une el de Costa. Tan solo hizo falta que el artista colgara una foto suya junto a Errejón en su twitter para que el hecho en sí se convirtiera en titular en muchos medios de comunicación utilizándose como arma arrojadiza contra determinados partidos. Medios que con tal de tener la comida del día daban por sentada una amistad basada en una fotografía de ambos juntos, y lo que es peor, utilizaban al artista como cabeza de turco.

Lejos del tema político Costa ha tenido que hacer frente a todo tipo de recriminaciones de personas que consideran sus letras extremadamente machistas. Sobre cuáles pueden ser los motivos que lleven a esos colectivos a pensar de ese modo, Costa cree que son “los prejuicios y la falta de hondura o calado moral y racional. Directamente no saben leer entre líneas. La puta soy yo, mi vida, y cuando hablo sin tapujos sobre el sexo lo hago de una manera libre y animal, con amor. Mientras ellos intentar atribuir a mis usos en la cama cosas tan terribles como la violencia de género que es simplemente repugnante y una falta de respeto a las personas que lo sufren y por supuesto a las víctimas. Me resulta sucio, retrógrado y fascista. Inquisitorial”.

Y si hablamos de doble moral dentro del mundo de la música, la cosa se eleva a la enésima potencia si tenemos en cuenta al panorama cultural en general. Dentro de las múltiples disciplinas artísticas existentes tan solo se están tomando este tipo de medidas con cantantes, especialmente raperos. Todo ello a pesar de existir tanto en cine como en otros terrenos artistas que, en determinadas ocasiones, son mucho mas incisivos con sus obras. El por qué de este modus operandi esta muy claro para Nega «la gente es muy paleta, (especialmente los políticos conservadores) y piensan que lo que dice un rapero lo dice de forma literal o está necesariamente de acuerdo con ello, cepillándose el lado artístico. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: Ken Loach dirigió «El viento que agita la cebada», Palma de oro en Cannes por cierto. Es una película que narra los inicios del IRA y los primeros atentados contra las fuerzas de ocupación británicas. ¿Ello convierte a Ken Loach en miembro o simpatizante del IRA? No necesariamente, está contando una historia. Pues exportar ese razonamiento tan sencillo al rap, resulta casi imposible».

Algo similar opina Ayax, quien considera además que hay diferentes factores que permiten que en terreno de libertad de expresión se sea más sutil con unos colectivos que con otros. «Los directores de cine tiene un mayor poder adquisitivo, mejores abogados y mayores influencias. A eso se suma que los raperos tienen una comunicación con la población joven mucho más directa y decisiva que ellos, esa misma población joven que el estado necesita alienar con el objetivo de que en un futuro sean maleables y mantengan casi sin querer este circo para ellos».

Censuras, autocensuras y desafíos

Una de las mayores inquietudes que provoca un panorama como el que tenemos delante es si como consecuencia de las medidas que se están tomando los artistas continúan creando del mismo modo o si por el contrario han comenzado a ponerse algún tipo de límite o a modificar en forma o contenido sus letras. Costa es de la opinión de que «los que hablamos con el corazón en la boca no podemos mentir«, por lo que ve improbable que los artistas estén recurriendo a una censura personal para evitar problemas. Además asegura ser consciente de que «lo prohibido funciona», motivo por el que  lejos de que la censura pueda terminar con la carrera de un artista, puede acabar consiguiendo todo un efecto rebote que acreciente la fama de éste.

Nega, por su parte, tiene claro que los límites son incompatibles con su música. «La autocensura es la muerte lenta del artista. Lo que ocurre es que con los años maduras, aprendes, te haces más astuto. Y al menos en mi caso, empiezas a pensar política y tácticamente todo lo que escribes. No es autocensura, es aprender a dar batalla sin ponérselo en bandeja de plata al enemigo, que por cierto es muy poderoso. ¿Quiero decir algo? Lo digo, pero no te va a ser fácil enjuiciarme porque lo voy a decir de tal manera que no te resultará sencillo y evidente abrirme una causa. Y lo mejor, todo el mundo va a saber lo que quiero decir. Por un lado es avanzar tácticamente (¿qué ganaría soltando la barbaridad? ¿que me entaleguen y que no cante nunca más?) y por otro esa complejidad a la hora de decir las cosas, enriquece sin duda las letras, tienes que darle mucho más al tarro. Nunca me han gustado los textos fáciles por mucho mensaje político que tengan, si no te curras el envoltorio, es muy difícil que el contenido penetre y cale y modifique la visión o posición del público. Creo que resulta mucho más atractivo decir las cosas de manera más enrevesada, tirando de metáforas, humor negro, etc, que soltar proclamas sin más, para eso ya están los partidos políticos y los libros de sociología y filosofía».

A pesar de no ponerse límites, Nega reconoce haberse arrepentido en ocasiones de algunas de las cosas que ha dicho en sus temas: «De un montón, desde barbaridades fuera de lugar con nulo valor artístico o político hasta frases machistas y denigrantes hacia la mujer. Hay que estar en evolución permanente, aprender, escuchar, rectificar. Sólo los idiotas dicen no equivocarse o se enorgullecen de todo lo que han escrito. Sería como decir que eres perfecto y no, baja de la nube de pureza artística o ideológica porque nadie lo es».

Tampoco Ayax es amigo de la autocensura. El artista asegura que tras su imputación está escribiendo más protesta aún que antes, algo que le gustaría ver también en otros MCs. «Creo que muchos raperos querrían decir más cosas de las que dicen y prefieren el camino fácil… porque vamos, con la que está cayendo, no se como pueden no hacer nunca una mención a la situación que vive su pueblo», nos comenta. También le preocupa el hecho de que los medios de comunicación dejen al margen de sus programaciones a un género que aglutina muchísimos seguidores. «No dejan que el rap pase a la radio ni a la tele, a no ser que sea mas blando que una diarrea…«. Un acto que podríamos calificar como veto, como una modalidad más de censura, puesto que están dando de lado a una realidad a la que no quieren o nos les conviene aceptar. Un tema bastante controvertido y complejo que daría para otro artículo.

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Otro de los factores a analizar es si existe unión de público y artistas para hacer frente a actos que coartan la libertad de expresión. A finales del año pasado saltaba la noticia de un niño estadounidense que había sido expulsado de su propio colegio por crear y publicar en Facebook (fuera del colegio) un tema de rap que sus profesores “juzgaron” como inadecuado. En seguida muchos raperos, entre ellos T.I o Pharoahe Monch, y un buen número de académicos se asociaron y consiguieron que, tras haber perdido el niño la causa, ésta fuera llevada a la Corte Suprema. Sobre si existe esa misma unidad y solidaridad en España, Costa asegura que en su caso ha sentido «el apoyo de mi entorno y de fuera de él, aunque al final contra todo estás solo”.

Nega por su parte piensa que «mucha menos de la que me gustaría. La peña va a su bola. Viven en su burbuja. El último caso que recuerdo fue el de Ayax y Prok y la verdad, quitando unos pocos (que siempre somos los mismos) nadie dijo mucho. Pero no me sorprende, las redes sociales de muchos raperos son una auténtica oda al Yo absoluto: subo mis clips y mis conciertos. Nada más, no opino de nada. ¿Que atentan en París o Bélgica? No tengo opinión. ¿Que están echando a la gente de sus casas mientras se rescata los bancos con dinero público? No tengo opinión. ¿Que hay una guerra en Siria? No me jodas ¿dónde cojones está Siria? ¿Que no hay acuerdo de gobierno y se repiten elecciones? Me importa una mierda prim, todos son iguales. Y así todo. ¿Que denuncian a dos chavales de Granada por escribir una canción? Pues imagínate, es como si vivieran en otro planeta. Y si pasan de todo y no se molestan en escribir nada en 140 caracteres, imagínate si les dices que hay que tocar gratis para pagar una multa o para sufragar alguna movida. Hay mucha más unión y solidaridad en el rock y en el punk. En el hip hop, quitando un buen puñado de gente que merece la pena y se moja cuando toca, lo habitual es un individualismo que pone los pelos de punta«.

Precisamente Ayax, al que se mencionaba anteriormente, se queja también de la falta de unión real para hacer frente a estos temas: «A nosotros nos ha mostrado su apoyo muchísima gente, artistas de todos los géneros y gente de todas las clases y edades. Ya llevamos 75.000 firmas en change.org. ¡Gracias! Pero creo que unión real, más alla del postureo de las redes… Real, real, no hay. Ni organización, ni concienciación auténtica«.

Entre censuras, intentos de censuras y desafíos. Así es como se están teniendo que mover en la actualidad algunos artistas que luchan por preservar lo que consideran como su derecho a la libertad de expresión. Haciendo frente a la doble moral imperante, a límites ciertamente subjetivos. Estamos ante un tema para la reflexión: para cuestionarnos si la seguridad de los que tienen el poder puede anteponerse a los derechos de los demás, si se están castigando con condenas simples actos de mal gusto o va mas allá. Piensen, reflexionen… porque cuando hablamos de derechos hablamos de uno mismo, hablamos de todos.