Con el frío impropio de un octubre inconcluso y la agitada espera de un estreno de carácter mundial, el pasado miércoles 31 la madrileña Plaza de Colón aunó a 11.000 personas que aguardaban el calor del canto de Rosalía. La cantante catalana escogió la capital como maestra de ceremonias en la presentación del que es su segundo disco: ‘El mal querer’. Las bajas temperaturas y la impuntualidad de un evento tan imprevisto como multitudinario no eran excusas firmes para no acudir al que sería el asalto a los cielos por parte de Rosalia.

Entre jumpcuts desintencionados vimos en la gran pantalla del stage de Red Bull la primera aparición de su figura, acatando un firme paso de púgil se dirigió al escenario preparada para dar comienzo y finalizar con cualquier tipo de preámbulo. Apareció en la noche su fuego rojo rodeado por alas blancas, conformadas por las doce brillantes bailarinas que iban a dar vuelo a su canto y hacerle levitar durante toda la noche. Custodiada por el Guincho y las voces de los coristas, Rosalía bajó del cielo a Madrid dándole la vuelta al castizo dicho madrileño.

Fotografía: Daniel Pedroso / Fleek Mag

Despertó el show entre ritmos de batucada y taconeo arrancando con sangre y raza una serie de coreografías que no otorgaron ningún tipo de pausa a lo largo de la noche. Charm La Donna, la coreógrafa encargada de orquestar aquellas composiciones simétricas que se batían entre la seducción y sensación previa a una batalla, firmó una de las mejores puestas en escena vistas sobre un escenario en nuestro país. Tras dicha introducción, MALDICIÓN (Capítulo 10: Cordura) y De Madrugá descubrieron el telón de la obra magna que es ‘El mal querer’.

Encontrándonos ante un público que denotaba su nervio impaciente por escuchar los hits más populares, estos se dejaron encandilar por nuevas canciones como BAGDAD (Caítulo 7: Liturgia),  A NINGÚN HOMBRE ( Capítulo 11: Poder) o DE AQUÍ NO SALES (Capítulo 4: Disputa) que instantáneamente fueron bien aplaudidas y reverenciadas acostumbrándonos al sonido nuevo que Rosalía ha instaurado. Hasta aquí duró la primera fase de experimentación y sorpresa. Ella echó la mirada el frente, enmudeció el público, y lo quebró con los primeros compases de una intimista versión cantada a capella de Catalina. Con lágrimas aún sobre el rostro, Rosalía concluyó su tango más flamenco y purista del concierto dando paso a DI MI NOMBRE (Capítulo 8: Éxtasis), su “Ay Ali Ali Ali” se coreó bien alto por los más prematuros que ya habían grabado a fuego su estrofa con solo unas horas de vida.

Fotografía: Daniel Pedroso / Fleek Mag

El poder experimental de la cantaora y el desenfreno musical que desató Rosalía en la capital se ejemplificaron cuando guiños iconoclastas, imaginería cristiana y referencias de la cultura japonesas (un visual de un anime japonés sirvió de final de acto) se fundían con los rugidos de motor de un quad de extrarradio. Todo está mixtura de culturas tenían cabida en el ideal que Rosalia llegó a representar. Tras este impasse, llegó PIENSO EN TU MIRÁ (Capítulo 3: Celos) que desató al público poniéndoles a corear, pero fue el capítulo introductorio del disco; MALAMENTE (Capítulo 1: Augurio) el que dio la puntilla. El show quedó sentenciado cuando el público reemprendió su marcha recitando las onomatopeyas más celebres de la catalana – trá trá y así sí – e imitando sus invertidos palmeos.

Tras la marcha del ángel vestido de flores rojas la noche quedó desangelada dejando como única opción la de seguir festejando. Seguramente fuese esta la decisión más acertada que podría tomar Rosalía tras coronarse en su noche y acumular toda una semana de éxitos rotundos – desde su paso por Later with Jools Holland a la presentación en Colón o bien el lanzamiento del disco y su próxima actuación el domingo en los EMA’s -. Y de rotundidades está hecha su latente carrera, como la de afirmar que la obra de Rosalía está cubierta de gloria y ‘El mal querer’ promete ser disco del año.

 

El mal querer

De esta declaración de intenciones bordada a mano por la cantante, que cuenta con su propia producción y dirección creativa, emana una idea que vive y se desvive en torno al amor. Once capítulos que se sirven para tratar una vez más las pasiones más humanas y las desventuras que sufre una relación amorosa. Un disco que cala hondo por su transgresión y que respira el capricho de permitirse tiempo para la experimentación.

Rosalía se siente libre de jugar con los formatos y darle varias vueltas a los sonidos que entendemos por clásicos. Entre estos sonidos nuevos y su predilección por la mezcla de samples nos encontramos la casta más flamenca de QUE NO SALGA LA LUNA (Capítulo 2: Boda), un crudo testimonio con la voz de Rossy de Palma en PRESO (Capítulo 6: Clausura),  NANA (Capítulo 9: Concepción), que es pura música sacra, o la teatralidad de RENIEGO (Capitulo 5: Lamento), concentran en ‘El mal querer’ una de las representaciones más complejas y ricas de todo el panorama mundial. Quizá sea esta una de las obras más barrocas que podamos encontrar en la actualidad y lo ilógico es que no se nos hace raro pensar que estará en el top 1 de las listas de éxitos. Un disco que, creado a partir de una concepción global, es capaz de desgranarse y conseguir que el que lo escucha se ponga a taconear y dar palmas mientras el trasfondo ahonda en replantearse los cánones del amor romántico.

Fotografía: Daniel Pedroso / Fleek Mag

El halo de Rosalía se hace cada días más grande y ella misma ha conseguido ser una propia vanguardia. Muchos han sido los intentos por enmarcarla y encasillarla pero siempre han caído en saco roto; se le ha vinculado al trap por vestir de chándal y no de lunares, se le ha encumbrado cantaora flamenca acusada de revolver el pasado purista y se le ha otorgado el titulo como la nueva diva del pop por compartir escenario con las nuevas tendencias mundiales. En todos estos debates de calle rara vez se ha llegado a definirla con precisión, buen síntoma es que su música posea pocos calificativos y que cuando se nombre se incite al maremágnum.

Solo un año tiene ‘Los Ángeles’ y un día ‘El mal querer’, y ya hay un abismo entre ellos. No tanto en su integridad pero si en su trascendencia. Con la seguridad de saber que Rosalía es y será mundial hay que decir que se ha ganado a pulso que sus creaciones aún estén pendientes de definición.