No hacen falta armas de fuego, un hombre con una espada puede llegar donde quiera, y esto debe representar el mayor logro personal. Miyamoto Musashi nunca fue derrotado en combate, pese a haberse batido en duelo con más de 60 guerreros. Signo quizás haya caído más de una vez, puede haber perdido más de una batalla, pero al levantarse una vez tras otra ha reiniciado el contador y ha hecho que la guerra no acabe con la victoria del contrario.

El mayor logro de Mushasi es haber creado un estilo de lucha con dos espadas, denominado Niten Ichi Ryu. Esto es algo que también pueden decir Signo y Sábanas, ya que mediante sus letras y música consiguen relatar una historia de la que todos formamos parte para bien o para mal, una historia basada en los hechos más reales y desgarradores que podamos imaginar, nuestro día a día. Dos espadas y una sola lucha.

Palabras o violencia, algo habrá que hacer. El hormiguero unido es jodido de contener, el miedo te hace ver al lobo más grande.

Miyamoto Musashi escribió «El libro de los cinco anillos» como guía para sus discípulos y para todo aquel samurai que quisiera mejorar sus técnicas, tanto físicas como mentales. Con el paso del tiempo, las lecciones que se extraen del mismo se han generalizado y han sido adoptadas por el resto de las personas, hasta el día de hoy, en el que se considera un código o camino de vida. El samurai japonés dividió el libro en cinco apartados o anillos, cinco etapas para lograr el crecimiento personal. Estas etapas las podemos ver también en «Siempre adelante», no de un modo ordenado, pero sí con diferentes rasgos de las mismas a lo largo de todo el trabajo.

El Libro de la Tierra

En este primer anillo se explica que un conocimiento rico y completo se consigue más allá de un buen manejo de la espada. Es necesario partir de lo pequeño para lograr penetrar en lo grande. Signo sabe que el exterior no significa nada, debes centrar todos tus esfuerzos en tu interior. Las ‘flexiones’ y ‘dominadas’ mentales son mil veces más importantes que las que se hacen en el gimnasio.

Estudia, entrena, revoluciona tu interior. Eres el capitán del navío de tu salvación.

Obviamente, para hablar de algo hay que haberlo vivido, porque por mucha imaginación que se tenga nunca sabes lo que se siente hasta que no has pasado por algo semejante, pero también es necesario saber y tener conocimientos de esos hechos para poder hablar de ello.  Y es que «esos libros me dijeron que no estoy loco».

El Libro del Agua

La fluidez de la mente, el agua como elemento capaz de adaptarse a cualquier forma. La versatilidad en la música y en la vida. Si hay que ser algo, es agua. Debes saber adaptarte a lo que venga sin hacerte preguntas. Primero adáptate, no dejes que la corriente te arrastre y luego busca respuestas y culpables.

La boca cerrada, los ojos abiertos, mis chicos bravos caminan en silencio. No juran palabras, demuestran con actos. Si no es lo que decimos, es lo que nos callamos.

Signo recalca varias veces la idea de moverse en silencio, de no dar pistas al rival de nuestra posición. Que sepa que estamos ahí pero que no se preocupe por nosotros, que no nos vea como un contrincante digno. Lo que no saben es que aunque parezca que no vemos, somos testigos de todo, y aunque parezca que no hablamos, lo apuntamos todo.

El Libro del Fuego

En esta etapa se centra en el combate abierto, en la violencia de la batalla. Parte de la importancia de la fuerza del fuego por encima de su tamaño. Si, la violencia no es lo recomendable, no debe ser la primera opción que se tome, pero hay que tener claro que es una posibilidad. En una lucha entre samurais, si uno de ellos saca su espada, la imprudencia del otro no está en realizar el mismo acto, si no en no hacerlo.

Estoy contando golondrinas muertas en la almohada. Que ilumine mi oscuridad, la Moncloa en llamas. Qué importan las cadenas cuando existen las cizallas.

Todo lo que pasa por fuera deja marcas por dentro. Que el exterior no importa es algo que aquí vuelve a ponerse de manifiesto. Nadie sabe lo que ha vivido una persona solo con mirarle, hay que entablar con ella una conversación y conocerla para darse cuenta de todo el mundo interior que posee, de todo lo que ha tenido que ver y hacer para llegar donde ha llegado, aunque no haya sido muy lejos.

El Libro del Viento

Es necesario conocer a los demás para entender como funcionamos nosotros mismos. Es necesario saber qué está pasando fuera para comprender cómo nos encontramos. Puede parecer difícil, pero tan solo tenemos que prestar atención a lo que pasa a nuestro alrededor. No podemos mirar a todo lo que haya delante de nosotros como un escaparate en Gran Vía. No podemos ser peces en una pecera en la que los más grandes pretenden que no nos demos cuenta de nuestro cautiverio. Debemos mirar las cosas y analizarlas, aunar mirada y cabeza y saber qué tenemos delante. Debemos ser conscientes de «esa mirada en diferentes caras, las que perdieron todo y no les queda nada».

Tan importante es saber mirar fuera como mirar dentro. El Libro del Viento tiene una conexión más que justificada con el Libro de la Tierra. Conocerse a uno mismo, saber nuestras virtudes y nuestros defectos. Saber mirar por dentro.

Persianas cerradas, mirándome por dentro, gritando al cobarde, al otro lado del espejo.

 El Libro del Vacío

Lo imposible de definir, de medir, de tocar. Actuamos por impulsos marcados por una espontaneidad absoluta. Nos movemos sin pensar pero sin errar. «Niebla», con Toscano es la descripción más fiel de este círculo. Con la niebla no podemos ver con claridad, pero sabemos que si nos movemos con fe en nuestros pasos, no erraremos.

Puede ser imposible de medir o tocar, pero para poder confirmarlo tenemos que experimentarlo. No dejes que nadie te diga lo que debes hacer si tu mismo no lo tienes claro. Todos sabemos quién quiere lo mejor para nosotros y quién quiere jugar con nosotros. Todos hemos pasado por el círculo del Viento y ya hemos aprendido a mirar.

Confía en lo que ves, y no en lo que te cuenten.

Antes de llegar a la sinopsis que cubre la contraportada del libro escrito por Signo y Sábanas, nos ofrecen un epílogo en el que mencionan a todos aquellos a los que dedican lo expresado en los ocho capítulos anteriores que conforman «Siempre adelante». Se acuerdan de los que visten bolsillos con arañazos, de lo que sueñan con el olor de un Mercedes nuevo, se lo dedica a los jóvenes emprendedores, a los que crecen rápido siendo pobres, a los que mantienen la sonrisa y el instinto mientras disfrutan de las vistas de su propio abismo, a los que ven trampolines donde hay obstáculos, a los que se fueron y ya no están, a los que salen fuera y luchan, en definitiva, a todos los que sintieron alguna vez eso mismo en sus carnes.

Se dice que su fama se extendió hasta tal punto que muchos quisieron retarle para demostrar que el mundo estaba equivocado, y otros intentaron directamente acabar con su vida mediante atentados furtivos, pero lo que no sabían era que mientras el tuviera sus dos brazos y dos piernas, nadie conseguiría derrotarlo. No hablo de Musashi, hablo de Signo.

Sigo fiel a mis principios, con más problemas que dinero. Sigo fiel a mi mismo, aunque caiga en el intento.