Acudir al estreno en cines de Vengadores: Endgame es una experiencia similar a la de ir a ver un partido de fútbol en estadio. Los espectadores, aunque no se conozcan, comparten una pasión, un vínculo y todos los gritos, aplausos y el aliento de la afición refuerzan el sentimiento de delirio y catarsis colectiva. También tiene algo de último concierto, en el que la banda repasa sus grandes éxitos y al terminar la última canción a uno le queda un regusto dulce por lo disfrutado, pero a la vez amargo, pues será irrepetible.

La continuación de Vengadores: Infinity War es la película más esperada de 2019 junto al fin de la trilogía de trilogías Star Wars: El ascenso de Skywalker. Ambas aspiran al título de ser la más taquillera del año y a juzgar por los números de récord que lleva este primer fin de semana, la cinta de Marvel va por el camino de superar a su rival. Y es que es difícil transmitir lo genial y efectiva que es esta película, pero vale la pena hacerlo sin desvelar los giros de guion ni su estructura. Llegar virgen al estreno es indispensable para hacer de Vengadores: Endgame uno de los mayores acontecimientos que pueden vivirse en una sala de cine. Solo así es posible no ser capaz de salir del asombro durante las tres horas de metraje –se pasan volando–, y levitar del asiento o sentirse abrumado.

La nueva entrega de Vengadores es, de las veintidós que conforman el Universo cinematográfico de Marvel (MCU), el largometraje que más bebe del cómic. En primer lugar, por su faceta visual, ya que evoca a aquellas viñetas a dos páginas completas en las que aparecen todos los superhéroes. En segundo lugar, porque comparte la estructura de los números especiales anuales en los que se reivindica y concluye todo lo ocurrido durante el año; en el caso de Marvel Studios, en los últimos once. Para rematar, la transición de la tercera fase del universo cinematográfico de Marvel a la cuarta recoge decenas de viñetas dibujadas en los cómics más recientes sirviendo de regocijo tanto para lectores asiduos como para aquellos espectadores que nunca han leído un tebeo.

Lo verdaderamente fantástico de esta entrega reside en el trabajo minucioso de Kevin Feige y de los directores y guionistas que han trabajado en la franquicia. Aquí, las cintas anteriores no solo son la base, sino que aparecen como celebración, como algo más que guiños. La película es una continuación en toda regla de Vengadores: Infinity War, pero en esta ocasión, los Russo han elaborado un film mucho más efectivo y han refinado su fórmula. La narrativa es mucho más cinematográfica, rítmica y precisa que la de su anterior trabajo, en la que el uso del cliffhanger –otro elemento comiquero– entre episodios se hacía repetitivo y paradójicamente anticlimático. Vengadores: Endgame es una película colosal, rompedora, que deja atónito al espectador, donde apenas en un cuarto de hora deja claro que va a romper con todos los esquemas. La sorpresa inicial se convierte en una locura impredecible, para que más tarde culmine en un éxtasis épico y dramático de la forma más estilosa que cabría esperar. Aun así, como siempre, los Russo recaen en el vicio de filmar estos grandes y caóticos eventos de CGI con una puesta en escena demasiado oscura, confusa y movida, de modo que los instantes más excelentes son aquellos en que la cámara se detiene y deja de temblar.

Se ha depurado el balance entre ligereza y tremendismo. Los chistes siguen siendo uno de sus puntos fuertes, siendo esta vez más verosímiles y más oportunos. Más allá de algunos gags sobre el trasero del Capitán América, cabe resaltar el trabajo de un brillante y carismático Chris Hemsworth como Thor. No obstante, los Russo no se olvidan del fan service. Los guiños a los seguidores están colocados con ingenio y gracia, creando un intimismo con el aficionado difícil de explicar para quien no ha acompañado a estos personajes a lo largo de los once años. De todos modos, el espectador menos conectado con Marvel se podrá carcajear con muchas de las referencias a la cultura pop y la agudeza del parloteo de los personajes a lo largo de la aventura.

Ese tono cómico se ve compensado por una trama oscura y compleja. Vengadores: Endgame habla de sacrificio y equilibrio entre la responsabilidad familiar y heroica, asunto del que es protagonista un elegante Robert Downey Jr en su papel como Iron Man. Se presenta el lado más humano de estos semidioses: a los supervivientes de Vengadores: Infinity War les reconcome un sentimiento de culpabilidad desolador, una dificultad melancólica para sobrellevar el duelo. Supuestamente, la aparente inmortalidad de los superhéroes es justo eso, apariencia. Vengadores: Endgame resulta mucho más sensible que su predecesora ya que exploran los vínculos más terrenales y familiares de los superhéroes, a la par que se hace justicia con muchos de ellos –lleven clínex a la proyección–.

Esta es la cultura que definirá el inicio del siglo XXI: historietas esperanzadoras, cautivadoras y de lo más emocionantes, con alto nivel dramático y artístico, y, sobre todo efectivas para el espectador y la taquilla. Los superhéroes del cine actual son como los dioses de la mitología griega, todos tememos a uno y amamos a otro, sus historias nos inspiran. Quienes miren con desprecio este fenómeno y a sus fans se están perdiendo un evento generacional que pone punto y aparte a una era cinematográfica; Vengadores: Endgame es el cierre de la franquicia más grande que haya dado –por extensión, presupuesto y elenco– el género de ciencia ficción.

Un partido de leyendas retiradas no nos haría vibrar tanto como lo hemos hecho con esta final de mundial. O, al menos, parece difícil imaginarlo. Larga vida a los Vengadores.