“Me gustaría que fueseis de los primeros medios en recibir el nuevo disco porque me apetece”. Nunca he sido de aquellos que ha aprovechado el hecho de co-dirigir un medio para entablar relaciones personales con los artistas. Es algo que no va conmigo porque considero que estoy tan fuera de toda esta parafernalia que si me metiese de lleno, dejaría de gustarme lo que hago. Pero siempre hay excepciones y una de ellas es Elio Toffana. No por nada en especial y si por algo en concreto, le tengo mucha estima por circunstancias que no vienen al caso. Llevo tiempo sin escribir sobre nadie, tanto por ausencia de tiempo como por falta de ganas, pero como ya he dicho, siempre hay excepciones y si habéis escuchado este disco, ¿qué os voy a contar?. El espíritu de nuestro tiempo bien merece ser recompensado.

Llevo muchos días escuchando los doce cortes que forman el trabajo, sin parar, en busca de descubrir cada mínimo detalle, de encontrar todo mensaje oculto, de poder analizar cada palabra que intercepto y de no dejarme nada en el tintero. Tengo hojas y hojas llenas de anotaciones con cosas que he entendido y con cosas que jamás entenderé, pero desde el más absoluto caos, como le gusta a Elio, me dispongo a liberar todo lo que había encerrado en mi cuaderno: Tar, Eric Rohmer, Pac, Amvnet, Hilfiger, Briga, Spike Lee, Dalí, Carmina Burana, Josito Saif, Killer B…

Con la intención de matar al caos, decidí empezar por el principio. No por “Si dejaseis de cantar”, no. Mucho antes. Diez años atrás. Madre mía, diez años han pasado desde “Jóvenes bajo presión”. Esos siete tracks que forman parte de la jodida historia de la música. Era obligatorio comenzar ahí, analizar cómo era Elio, que decían sus letras, que expresaban sus rimas y que trasfondo tenían sus historias. Solo si eres capaz de comprender el pasado, estarás preparado para afrontar el presente y, en consecuencia, el futuro. Tenía el nuevo disco y le dedicaba más horas al viejo. Bendita elección que me ayudó a comprender, bajo mi punto de vista, el por qué de lo antiguo y el por qué de lo nuevo. Retrospectiva máxima, así es la vida, supongo.

Fotografía: Javier Díaz
Fotografía: Javier Díaz

“Siempre la misma clase de obra, el mismo estilo, para que la gente te reconozca y no se arme un lío. Cuando seas famoso, una vez arriba, deberás seguir haciéndolo del mismo modo”. Esta cita está extraída de “Basquiat” (Julian Schnabel – 1996) y, aunque la encontremos al final del quinto corte del disco, nos sirve para explicar la conexión entre el principio y el final. Elio Toffana sigue sonando a Elio Toffana, no se ha querido subir a ningún carro para vender más discos, ni ha metido efectos a su voz, ni ha innovado en el apartado de las colaboraciones, ni se ha inventado un mensaje, ni ha cambiado el concepto. “El espíritu de nuestro tiempo” es la evolución de “Jóvenes bajo presión”. Consiste en haber pasado varias fases de una vida y expresarlo de una manera mejorada, pero sin olvidar la raíz de todo. Por eso, este texto se tenía que llamar así.

Hace diez años, Elio Toffana era incapaz de tomar una decisión acertada, probablemente, en cuanto al futuro de un chaval de barrio se refiere. En este sentido, y manteniendo las distancias, si me siento ciertamente identificado con este concepto. Todos nos hemos visto perdidos en la adolescencia, sin futuro, sin aspiraciones, sin sueños, pero, de repente, cambias el chip. Puede que sea el hecho de madurar, de ver lo que pasa a tu alrededor, de apreciar que no va a llegar lo que deseas sin buscarlo. Todo cambia. Te conviertes en un chico de barrio que nunca se conforma, los sueños ya no se nublan y tienes que levantarte del banco y demostrar que el espíritu de nuestro tiempo se caracteriza por la lucha, por ser capaces de ser los líderes del barrio, pero vistiendo Hilfiger y con un futuro más esperanzador por delante. A Elio, por ejemplo, solo pudo salvarle el arte. ¿Y a ti?

Este proyecto es un viaje con diferentes paradas, donde en cada una tienes algo que aprender y descubrir. Te expresa su amor por lo inmaterial y su necesidad de estar ligado a la música. Te nombra a un crítico y director de cine francés, te habla de huir y buscar la felicidad en ‘Tar’ homenajeando a Fernando Arrabal, te muestra madurez, te vuelve a confesar que es huérfano, que sus padres escuchaban funk y menciona la tutela que recibió de su abuela. Busca llegar al inconsciente colectivo, que el mensaje te haga recapacitar y tiene el objetivo de valorar a los genios antes de que se vayan. Crece junto a Tangana, recupera al H Roto de ‘Amvnet’, se vuelve a acordar de aquellos que sus padres no pudieron cuidarles y también de cuando robaba en el Corte Inglés. Se olvida de aquello de no tomar decisiones acertadas para sumergirse en la inquietud del crecimiento, charla con Dano en canciones, se acuerda de Jorge Alcón, de Madriz y de los más inestables. Vuelve a hablar con Dano, le hace un sitio de platino a Briga para dar vida a los sueños que tenemos, fuma hierba, te recuerda que es cultura de calle, pero mejorado con el arte, te nombra a Spike Lee, a Dalí y sus moscas, a Carmina Burana, Josito Saif, Killer B y también el disparo a Dano. Pero, para acabar, aparece Lucas Albor y cierra el círculo, como ya pasó hace diez años. Maldita sea, Elio, ya no eres tan joven, pero sigues bajo presión.