Extremadura ‘‘como única doctrina’’ y a ritmo del más puro ‘‘jip – jop’’. Con una rapper soltando métricas y flows a tutiplén. Con una base rollo épico y sin que falte el atuendo bien guapo que caracteriza la música marginal. Aunque, mirándolo bien y pese a su aparente agresividad a priori, nadie puede dudar que el rap es ‘‘poesía urbana’’. Porque eso es el rap, ¿no? Es lo que les mola a los pipiolos y lo que conecta con la peñita joven que se pone la capucha por encima y se dedica a hacer ‘‘batallas de gallos’’ (se llaman así, ¿no?) a la puerta del instituto.

Pues así ha presentado el actual presidente de Extremadura, José Antonio Monago, su candidatura a las próximas autonómicas. Supongo que se habrán hecho eco del vídeo. Y no, no es una broma pesada de Toni Cantó –quien, por cierto, también hizo sus pinitos en el ‘‘rap político’’, pueden verlo aquí si no se acuerdan–.

A veces, vivir en un país como España nos brinda oportunidades tan maravillosas como ésta. Solo a alguien tan casposo y deplorable como Antonio Monago –sí, el de los viajes de trabajo a Canarias: concretamente centrados en trabajarse a la paisana de turno– se le podía ocurrir algo tan cutre como esto. Y solo algún (o alguna en este caso) spanish rappa podía ceder a ello por mendigar algo de repercusión.

Si nos centramos en la figura de Monago solamente podemos concluir que se debe haber escapado de una secuela (otra más) de Torrente. Y esta última jugada le corona como el rey de la mediocridad política. ‘‘El mensaje sale de la sociedad civil en el que un segmento de la población, como son los más jóvenes, además ligados a la cultura, y a la cultura más de vanguardia, más urbana, piden directamente la reelección del presidente’’ declara el portavoz del Comité de Campaña del partido en Extremadura, Fernando Pizarro, en la presentación del tema. Menuda jeta se gastan.

Es decir, como si en algún momento hubiese surgido del sector más joven y dinámico (tan joven y dinámico como para hacer rap porque no hay nada más juvenil) el apoyar al PP como la mejor opción para defender sus intereses. Al mísmismo PP y en los tiempos que corren. Y todo ello sustentado tan solo en un par de palabras vacías a ritmo de rap como ‘‘diálogo’’, ‘‘confianza’’, ‘‘responsabilidad’’, ‘‘trabajo’’, ‘‘sacrificio’’, ‘‘inteligencia’’ y ‘‘humildad’’. Todo así de golpe y by the face. Recordemos: palabras, no actos.

La canción, al fin y al cabo, no es más que la propaganda política más panfletera que puede concebirse. Entre las perlas que nos deja esto están frases como ‘‘porque estamos en contra de que suba el IVA cultural y por ello apostamos por innovación y creatividad’’ o ‘‘confiar en un gobierno que dice siempre la verdad, en un presidente más fuerte, más valiente y más capaz’’ (vaya canteo cuando se cuestiona tu honradez, eh…). Y el colmo: citar nada más y menos que la libertad, la igualdad y la justicia social. ¿Les suena aquel liberté, égalité, fraternité de la Revolución Francesa? Pues eso. Que ahora el presidente del PP por Extremadura es todo un revolucionario. Solo le falta irrumpir en el videoclip al grito de ‘‘tranqui, tronquis, que soy mazo de guachi. Vamos a pasarlo teta estos cuatro años, ¿eh?’’. O salir en el vídeo invitando a porros con sus colegas los niggers (esto último, por cierto, sí que lo ha hecho Esperanza Aguirre, haciendo gala de su estupenda gestión de un Madrid plural y abierto en el que está claro que ‘‘los morenitos’’ tienen los mismos derechos que nosotros).

Al final todo obedece a la intención de los líderes regionales de distanciarse de la marca general del PP para no salir perjudicados en las autonómicas pese a la llamada a la unificación de Rajoy. Pero lo realmente preocupante es que los Monagos y compañía forman ahora mismo un ejemplo bastante representativo de gran parte de una clase política española totalmente sumida en la mediocridad y la falta de principio alguno, que no dudan en hacer lo que haga falta para tratar de legitimizarse y ganar un par de votos a la desesperada. Podemos tomárnoslo a chiste porque no es para menos, pero después de las risas cabe reflexionar sobre la gravedad de semejante recurso. Todo lo que escribo me parece poco sobre esto. Es de una ridiculez tan evidente que simplemente no se puede llegar a calificar.

¿En qué lugar queda el rap en todo esto?

Cada uno puede hacer lo que quiera, al fin y al cabo, y no somos nadie para meternos con la forma de concebir el rap de la que hace gala Discípulo de la Rima, la ‘‘artista’’ extremeña que puso voz (la letra está formada por frases pronunciadas por Monago aunque ella »no piensa como él») a la canción propagandística más tróspida de la política española. Por mucho que opine personalmente que el concepto de rap 8 millas es desde hace tiempo mucho más un tópico recurrente y vacío que una realidad, no es solo que el tema en cuestión concuerde con todos los tópicos con el arroz pasadísimo que giran en torno al rap, es que atenta contra su esencia. No nos vamos a poner puristas –¡Dios nos libre!– sino a valorar que el rap, en su origen, es un movimiento outsider, que trata de reivindicar una autonomía y una subjetividad de aquel que lo hace.

Con él pasa como con todo: el sistema devora y fagocita aquello que lo agrede para convertirlo en una corriente más a su servicio, no es nada nuevo. Pero no es ya el ponerlo al servicio de la política lo que es realmente grave (porque tantas veces se ha puesto al servicio de los ideales políticios que en teoría iban con el progreso y las ideas de quienes rapeaban): lo grave es ponerlo al servicio de la más cutre y descarada de las mentiras. Lo grave es no tener dos dedos de frente y pasar por algo así simplemente en búsqueda de reconocimiento. Por desgracia, como en todo en este mundo, mucha de la gente que va a parar al rap no sabe realmente lo que hace con su vida y, por ende, con su música. Pero, por fortuna, esto habla poco de esta gente y no de la música en sí, que es patrimonio de todos los que creemos en ella.

Al final, todo esto –tan risible y tan grave al mismo tiempo– no es más que un reflejo de las absurdas intenciones de Monago y de las pobres aspiraciones de quien se prestó a seguirle el juego. Y yo diría que han insultado a los principios y la inteligencia de más de uno, pero el rídiculo habla por sí solo. Y unas buenas carcajadas nunca vienen mal.