Es difícil hacer una síntesis de ‘Luciffer’, el último trabajo de Arce, porque contiene muchas cosas. Contiene varios mundos que se solapan, se enfrentan y se contradicen. Vamos de lo profundo y lo positivo, a lo decadente y lo banal casi sin darnos cuenta. Es Arce y su espejo, como el que es y el que quiere ser.

‘Luciffer’ es, sin duda, un trabajo muy cuajado, que está al nivel de lo que viene produciendo y que le sitúan en el top de la escena nacional. Demuestra encontrarse en una plenitud artística y de estilo. Podemos decir que es un hito en su carrera ya que integra varios de los temas que le han catapultado a otro nivel como ‘Luzbel’,  pero al mismo tiempo parece el trabajo de una personalidad en transición. Queremos entender esas imágenes contradictorias que se superponen, queremos entender ‘Luciffer’.

Fue el día en el que dijo «Solo veo Zaragoza» cuando muchos giramos la cabeza y pensamos que en Galicia se estaba cocinando algo grande. Fue el día en el que un sonido y una temática profundamente underground se hacían paso a través de canales de difusión como Youtube que disparaban su repercusión, más allá de lo que cualquier productora o sello discográfico convencional habría sido capaz de conseguir. Fue el día en el que intuimos que aquel relato que surgía de la Galicia industrial y de su clase trabajadora, la Galicia que distribuía droga en torno a sus puertos, emergía profundamente crudo y conectaba con una realidad social, la española, totalmente en decadencia. Con toda una generación de jóvenes faltos de oportunidades y de confianza en sus posibilidades que se movían entre la dejadez y el falso optimismo.

Sólo había dos salidas, ninguna de ellas efectiva, para sobrellevar las nuevas dificultades de una generación postcrisis. Por un lado, la melancolía de la derrota, el encuentro fraternal entre todos los perdedores, los relatos de una vida de dificultades soportada con la evasión de la realidad a través de droga, alcohol o sexo, típicos remedios para superar el alienamiento en la clase trabajadora. Por otro, la salida optimista que proponía el sistema, el individualismo, Mr. Wonderful y el coaching.

Quizás, la música sea una de las mejores vías de evasión y Arce ha sabido conectar con esa España en decadencia, con esa España de la crisis, esa España negativa, esa con atrezzo de edificios vacíos, descampados, muros de grafiti, curros de salario mínimo, becarios, paro y pobreza. Son los temas ‘Mírame a los ojos’ y ‘Super Skunk’ los que mejor reflejan esta visión oscura de la realidad. Son ‘Matusalem’ y ‘Alcoholic’ las que inciden en la oda de la evasión a través del alcohol y las drogas. Es ‘Manicomio’ la mayor evasión posible, la locura. Y por otro lado, están ‘Bitch’ y, en cierta manera, también ‘Mi ruina’, las que muestran esa visión más trivial de las relaciones, de las mujeres y el sexo.

Más allá de la evasión, hay un elemento muy importante en la música de Arce y es esa apuesta nada naive en la posibilidad de mejora. Esos dos mantras complementarios son los que le imprimen la fuerza a su discurso y a sus letras. La capacidad de mostrar las dos imágenes, la del éxito y la superación y la de la lucha en las dificultades de cada uno, son las que generan esas visiones ambivalentes.

En realidad, Arce se movió siempre entre el relato descarnado de la vida adolescente postcrisis y aquel en el que lucha por su futuro apostando todo en ello y decidiendo ser alguien en la música. Hay una cosa que le acompaña desde sus comienzos y es la autoridad y confianza que demuestra en sí mismo. El tema ‘All Star’ es su ego directamente rapeando de manera brillante. ‘Rip Hop’ es su alegato a los grandes clásicos del hip hop americano de finales de los 80 y principios de los 90, con especial cita a Nas y su «Hip Hop is dead» para dar el salto a toda la década de rap español de los 2000, asumiendo los referentes anteriores, para ponerse al lado de los ‘SFDQué(s)’ y no por detrás como diría la cronología.

Es esa confianza en la progresión basada en el trabajo la que ha hecho afianzar, gracias a su éxito, un estilo mucho más dulcificado, con canciones que revientan los audímetros, y que le dan al público lo que quiere, una mezcla entre un ritmo puramente rap, en cierta parte melancólico que conserva todos los elementos crudos anteriores, pero con una producción musical más cercana a los cánones comerciales, con estribillos más melódicos y un mensaje más positivista. Esto es lo que podemos encontrar en ‘Luzbel’ y en ‘Luciffer’. También la visión de las relaciones y la apuesta en el amor de ‘Eros’ pertenecen a esta visión más optimista y a una etapa más madura en su carrera.

Pero es en realidad ‘Ayer’ la canción que señala que nos encontramos ante una etapa de transición vital. Una canción basada en el pasado, lo que se quiere olvidar y el nuevo camino que se quiere emprender. Ese día en el que un cambio de paradigma te permite mirar al pasado cómo lo que es. El pasado, el ayer.

La transición, casi como el cristal del reflejo. El espejo de Arce.