Mi cultura musical dentro de este género ha crecido junto a la progresión de este artista. Uno de los primeros discos que escuché y desmenucé hasta conocer cada detalle de él fue su mítico “Underground Clandestino”. Uno de los primeros conciertos a los que asistí, como un aficionado más, fue para presenciar el directo de Nasta, botella en mano y versos desgarradores, en una Silikona a la que hoy quiere volver para llenarla como aquel día. He vivido algunas etapas complicadas donde el protagonismo fue para “Magnífico” o para el primer volumen de “Los tiempos eternos”. Maduré, a la par que él, cuando puso en las calles “Ghetto Quorum”, su álbum debut. Me perdí con Los P.E.P.E.S. y me reencontré con la publicación del segundo volumen de “Los tiempos eternos”. En ocasiones, la música es algo más que eso.

Hace unos días, Nasta calificaba este nuevo trabajo como regresar a lo antiguo, a su palo más clandestino, pero con cosas nuevas. Posiblemente, no podría haberlo descrito mejor. No habrá manera de que nadie igualé aquel disco que le encumbró como uno de los pilares del underground madrileño, quizás, porque en los tiempos que corren nadie se atreva a hacer algo parecido o porque, simplemente, es irrepetible. Pero siempre se puede intentar y este segundo volumen de “Los tiempos eternos” suena a Nasta y suena mucho a ese estilo bastardo que deslumbró durante años y al que era imposible hacerle sombra.

Pablo y, en su defecto, su álter ego llamado Nasta, son los máximos representantes del barrio, pero también del barro que hay que pisar para llevar esta corona. Su carrera musical ha sido un auténtico terremoto de sensaciones donde firmar o no por un sello discográfico le ha podido pesar más de lo normal de cara a entrar en los mejores festivales, donde ser tan calle le ha podido pesar para no adaptarse a las modas y seguir creyendo en sus principios. Posiblemente, sea un propio esclavo de su música y de sus principios. Esos mismos que le permiten hacer trap porque él quiere hacerlo en ese momento y no para subirse a ningún último tren o para hacer rap con aquellos que están más pegados al trap. Nasta tiene esa capacidad de poner a la gente de su lado.

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Fotografía: Shey Núñez

Es capaz de decirte un día que está cansado de escribir, de hacer música y de toda la parafernalia que rodea a la música y al día siguiente presentar un nuevo proyecto que revoluciona el panorama. “Los tiempos eternos 2” y la quincena de tracks que lo componen ha sido una vuelta al pasado, pero mejorando el presente. Volvemos a encontrarnos con temas desoladores, duros y, sobre todo, que representan a la perfección lo que este artista quiere trasmitir. Para ello, no se ha rodeado nada mal y ha contado, como él dice, “con los artistas que le gustan”. Cheb Rubën, Elio Toffana, Eleazeta o Tutto Vale, entre otros, son los acompañantes en esta nueva aventura, pero ninguno es capaz de quitarle el protagonismo. Aquí no vale lo de “lo mejor de tu disco son las colaboraciones”.

Grabado en menos de tres meses y como anticipo de lo que será su nuevo LP que saldrá por Grimey Music en 2016, “Los tiempos eternos 2” sirve para que los aficionados a la música de Nasta no se olviden de él. Sigue sin salir del ghetto, seguimos siendo pobres y continúa siendo, para muchos, el máximo exponente de ser real dentro de un panorama plagado de egocentrismo y de falsas apariencias. Cuando parecía que ya no era importante, cuando parecía que otros estaban por delante, llega él con su método de trabajo para barrer a sus competidores. No hacen falta lujos, no hacen falta patrocinios ni marcas de ropa -recordamos que Grimey Music no ha tenido nada que ver con este lanzamiento-. Se puede subir un disco mientras estás en tu trabajo de verdad, en aquel que te da de comer, y, aún así, convertirte en uno de los protagonistas del curso. Nasta, más bastardo que nunca, está de vuelta.