De los cinco sentidos, es sin duda el tacto el que más denoto que empieza a oxidarse de no utilizarlo. El serio mantenido al gotelé, la masa blanda del pan tras otro intento fallido o el desgaste de los botones centrales del mando a distancia no son caprichos suficientes por los que no sentir que a veces uno pierde el rumbo, la libido o las ganas. Cada uno lo suyo y a su manera, pero parece que esta apatía que nos carcome se alarga convirtiendo en totalitario el sentimiento de pérdida, intensidad, sonoridad y de palabras. Va por días, porque como experimento está bien hasta que la broma se alarga, la mayoría de nosotros ya no sabe si sentirse irascible, cansado o lleno de nostalgia.

Elucubrando constantemente sobre si contagia más el virus o esta falta de ganas, la vista se acostumbra al astigmatismo diario y no alcanza mucho más que el último piso del bloque más alejado del barrio. Claro que tampoco es excusa esto para tener legañas aún a las doce y cuarto. Los días no huelen más que lluvia y tierra mojada, que puede sonar idílico durante dos días, pero no si vamos por la quinta semana. Si acaso se cuela el hervor previo al puchero del de arriba que se mezcla con tu comida fusión de microondas recalentada. Una pena esa pérdida de matices. Y óyeme que para gustos ya tenemos suficiente con mantener impoluto durante tres días el mismo roído pijama.

Fotografía: Margarito Dela Guetto / Mi día a día de 40rentena

Concatenando sentidos y viendo que a más de uno esto acaba por atragantársele, anudados los lazos a la garganta estos se han cortado al ras. La familia, los amigos y el contacto ha sido barrido por interrumpidas videollamadas con saludos donde el “¿Me oyes bien? Yo a ti a medias” dan comienzo a unas conversaciones vacías, porque sinceramente tampoco hay mucho más que rascar. Que de tanto limarnos las uñas esperando a salir van a acabar descascarilladas. Alguien nos ha empujado al bucle teniéndolo todo en modo aleatorio. Los mismos personajes del día, las alarmas encendidas y la red saturada por el hipnótico folclore de los enterradores de Ghana.

MARGARITO DE LA GUETTO

Siguiendo con la serie estrenada la pasada semana, donde Juanma Jmse y Guillermo Erice hablaban del posible cambio que se nos pueda venir encima tras la tormenta, hoy es turno para uno de los fotógrafos que con su obra transmite otro tipo de energía. Margarito Dela Guetto usa el analógico de cámaras antiguas para hablar de experiencias, vida y familia. Al fin y al cabo, de personas. Sus Polaroids fácilmente se enmarcarían en una fotografía extravagante, punk y cruda, pero de ella nace una galería iridiscente donde sus personajes brillan por sí solos.

Este estilo es el mejor enfoque para entender la perspectiva de Margarito ante este remolino, quien ve con rabia y frustración una situación que a sus ojos parece hasta provocada: “Está claro que van a cambiar cosas, pienso que va haber una «desconfianza» social por parte de la población de la gente de a pie hacia los medios de comunicación, los políticos, el gobierno, los que hacen que nos calmemos desde casa, los que salen a dar charlas por la televisión de que saldremos de esta gran mierda de pandemia cuando han sido ellos mismos quien la han creado”. Pero quedándose con lo bueno, hay miel dulce y miel amarga, espera que este proceso kafkiano nos venga bien a todos: “Socialmente espero que nos una, que saquemos todo lo positivo de esto siempre, que empaticemos, que sepamos perdonar”.

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“Va a haber un antes y un después, claramente me está dejando una mella psicológica bastante grande…”.

Alejado de noticieros y divulgadores de la palabra que ayudan a mantener el vilo en esta histeria televisada: “Que cada uno saque sus propias conclusiones de todo lo que está pasando, el miedo solo crea desconfianza en uno mismo. Mantente firme, haz ejercicios diarios, reconduce tus ideas, apúntate cosas que quieras cambiar, solo así perdurará y no será pasajero”. Margarito se refugia en los pensamientos que más paz le generan. Aunque este choque ha sido de medio lado, por la puerta trasera, es un momento para detenerse y verse desde fuera: Va a haber un antes y un después, claramente me está dejando una mella psicológica bastante grande… Todo es más llevadero gracias al calor de mis padres y Ramón (mi perro), pero sí que me doy cuenta que necesito de las personas, del hablar, el mirar, el sentir, el escuchar, el aura, la energía humana”

Margarito necesita ese contacto y vínculo con todos aquellos que disipan su bruma. Su perro Ramón, sus padres o amigos son el mejor sustrato de su día a día. Por ello le pregunto sobre esta necesidad social de parar y de reflexionar, de concienciarnos de si de una manera u otra esto nos era necesario: “Personalmente hablo desde mi experiencia, ha sido un parón obligado pero necesario en mi persona, de cuidarme, limpiarme mentalmente, organizarme en todos los aspectos. Solo espero que la sociedad le saque todo lo positivo a este enclaustramiento” responde Margarito, quien utiliza el recuerdo como su principal aliado curativo.

A modo de reto, quizá superfluo en este estado, le invito a imaginar cual sería esa postal con la que recuperar el aliento. Una ñue le ayude a disfrutar el momento y seguir con fuerzas para continuar fotografiando: “Seria en la playa favorita de mi infancia, con todos mis amigos familiares gente importante en mi vida, desnudos en la orilla del mar”. Y sumándole un plus de romanticismo, sería la siguiente fotografía la que él revive más desde sus adentros. Sus padres, que, cómo él, soportan la marejada.

Fotografía: Margarito Dela Guetto

“Mantente firme, haz ejercicios diarios, reconduce tus ideas, apúntate cosas que quieras cambiar, solo así perdurará y no será pasajero.”

Ya en ese estado de recreación donde la mente se abstrae y busca otro camino para no volver por los mismos valles, Margarito nos recomienda varios horizontes en sus diferentes artes: Mujeres de Bokowski, Doggystyle de Snoop Dogg, Devendra Banhart’s Love-In for Oliver Peoples o el Guernica de Picasso. Aunque si tuviera que elegir una pieza que refleje la situación por la que estamos pasando se decantaría por escoger los siguientes versos:

me iré,
me iré un buen día,
me iré tarde, como siempre,
resistiéndome a partir
y cuando ya no lo esperéis de tanto habérmelo oído.
 
me iré sin prisa, dejando algún aliento entre vosotros,
sin renegar de nada
y tratando de perder en mi memoria
esta noche triste que me siguió por el primer tramo de mi vida.
 
os dejo aquí y me duele
porque comparto este drama negro
que asesina nuestra alegría y la aplaza y la equivoca.
 
también me gustaría quedarme, pero no,
quedarse es poco y no resisto el hambre de otra aurora,
no creo ya en la promesa de un mañana limpio que no llega.
 
ya es HOY, ya es.
lo tomo de la mano, lo disfruto, lo acaricio
y lo contagio a quien conmigo venga.
quizá sea algo tarde, quizá he dormido mucho,
pero aún es tiempo
y no quiero que pase sin llevarse entre sus brisas
a este cuerpo mío
rebelde a convertirse en cadáver
o en mártir de otra historia.
 
Jorge Rueda

Margarito es consciente del esfuerzo de todos los médicos, sanitarios, transportistas, cajeros y un largo etcétera que se levantan cada mañana por el resto. Intentó hacer una serie de sus Polaroids siendo ellos los protagonistas, situándolos en el medio de esta locura, pero no pudo ser por la desconfianza del momento. Aún en casa y sabiendo que esto pasará, él se mantiene positivo y cautivo, sin olvidar su propio centro. Manteniendo en la memoria los buenos momentos junto a sus padres, a sus cercanos y como no, a Ramón, su perro.