Cuando hemos dedicado varios años de nuestras vidas a seguir series de televisión de manera regular y cargamos con muchos episodios a nuestras espaldas, podemos encontrarnos con determinados creadores que, debido al sello de calidad característico que suelen dejar en sus obras, consiguen ganarse un puesto privilegiado en nuestro podio personal. En mi caso, dos de estas figuras son Louis C.K. y David Simon. Ambos cuentan con el reconocimiento de la crítica y de buena parte del público gracias a sus obras más destacadas: Louie (FX, 2010- ) y The Wire (HBO, 2002-2008) respectivamente. Estas series me enamoraron y me llevaron a admirar a sus autores, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de rescatar sus obras anteriores, aquellas que quizá no gozan de la misma popularidad pese a haber iniciado de alguna manera ese camino de éxito. A continuación comparto mi visión acerca de Lucky Louie y The Corner, sus primeros pasos de gigante.

LUCKY LOUIE (HBO, 2006)

Corría el año 2006 cuando Louis C.K. presentaba en HBO esta comedia en la que figuraba como creador, protagonista, guionista y productor ejecutivo. Este gusto por acaparar varias funciones se mantendría también en Louie, pero llama la atención a primera vista que se trata de un producto diferente al que llegó casi un lustro después en FX. En el caso de Lucky Louie estamos ante una sitcom de formato más tradicional, con sus risas grabadas, sus planos en estudios decorados y su elenco de personajes habituales. Lo característico de esta propuesta es que pese a mantener la estructura típica, presenta un estilo muy determinado en cuanto a las tramas, las situaciones y los chistes. Podemos encontrar lenguaje soez continuo, un alto contenido sexual, humor negro y temáticas poco habituales en la comedia como racismo, discriminación, discapacidades, religión… vamos, muy de Louis C.K. Se nota que los guiones corren a su cargo porque muchas líneas de diálogo bien podrían estar extraídas de sus propias actuaciones (recordemos que C.K. se dedica al stand-up desde hace más de 30 años).

¡No se imaginan lo que he disfrutado viendo esta serie! Ni siquiera yo lo esperaba teniendo en cuenta que la información previa que tenía de ella no la dejaba en muy buen lugar. Sinceramente, no recuerdo la última vez que algo me llevó a reírme tanto y no solamente a sonreír y pensar “qué chiste tan audaz”. Incluso en los episodios más flojos se pueden encontrar gags geniales. Es muy del estilo del autor y ese característico humor irreverente que me encanta, también presente en otros cómicos como Ricky Gervais o Larry David. Además, la presencia de Pamela Adlon en el show como pareja del protagonista supone un contrapunto muy fresco gracias a la química natural que existe entre ella y C.K.

Pienso que la posterior Louie es mucho más redonda y rica en contenidos, más ambiciosa en cuanto a las ideas que pretende transmitir y el modo en que lo hace. Sería algo así como una evolución en el estilo del autor. Sin embargo, Lucky Louie y su breve temporada de 13 episodios puede regalarnos un buen número de carcajadas, lo cual tampoco es tan fácil hoy en día. Recomendada para todos aquellos que busquen un tipo de comedia diferente.

The Corner (HBO, 2000)

Esta miniserie se basa en el libro homónimo publicado codo a codo en 1997 por el mismo David Simon y el ex detective de homicidios Ed Burns, los cuales se encargaron de entrevistar y seguir a las personas que vivían en “la esquina” entre Fayette y Monroe, en Baltimore. A lo largo de seis episodios se explora, al igual que en el libro, el impacto de las drogas en un barrio urbano y sus diferentes efectos como la drogadicción, la compraventa o las guerras entre bandas. Todo esto se desarrolla a través de tres personajes principales que se enfrentan a distintas situaciones y nos ofrecen visiones contrapuestas pero a la vez complementarias acerca de estos procesos. En este y otros sentidos es tan parecida a The Wire, que podría tratarse perfectamente de un spin-off.

Me ha gustado de esta serie la forma tan gráfica y natural que tiene de mostrar el día a día de los diferentes personajes: los registros policiales diarios a los jóvenes que andan por la calle, los roles diferenciados que tiene cada miembro de la cadena del negocio de la droga, el drama de una familia que gasta el dinero del alquiler en un par de gramos más o las peripecias necesarias para hacerse con todos los objetos y aparatos que puedan tener algún valor en el mercado negro. La crudeza de la vida en la calle se puede apreciar en cada secuencia. Aquí se aprecia el particular estilo de Simon, que aboga por contar las cosas tal y como suceden, como él las ve, en lugar de apostar por un tipo de ficción más idealista (como podría ser la característica del también reputado Aaron Sorkin).

Otro punto que me ha parecido de interés es que de vez en cuando se incorporan nuevas voces al relato que se encargan de añadir aún más perspectivas, lo cual invita al análisis desde ángulos en los que tal vez se ha profundizado menos durante la serie. Seguramente debido a mi formación profesional y a los temas que ocupan mi tiempo, me llegaron de una manera especial las palabras de una profesora a la que preguntaban si ella no era consciente de que estos jóvenes de The Corner ya estaban vendiendo drogas en las calles, a lo que respondía: “la gente etiqueta a estos chicos y decide que no sirven, pero yo veo aspectos de ellos que usted no ve”. Son pequeñas pinceladas que se pueden pasar por alto pero encierran contenido muy interesante.

En definitiva, esta miniserie de David Simon (y David Mills, que contribuyó en labores de guion y producción) me parece un gran descubrimiento que debería ser disfrutado especialmente por todo fan de The Wire, aunque extiendo la recomendación a cualquiera que desee dar unos tragos de buena televisión. Es desgarradoramente magistral, parece mentira que esos personajes puedan llegar de un modo tan profundo al espectador solamente en seis episodios, aún tratándose de una historia real. La única pega es que puede saber a poco debido a su corta duración, pero el sabor de boca que deja es muy placentero.