El rap nacional nunca se ha tomado en serio. Un estilo musical de ascendencia afro-americana que en España nunca ha terminado de obtener la notoriedad y el reconocimiento que la difusión real que esta música tiene, y que la implicación y el trabajo de los artistas merece. Parece que resuena todavía aquello de  «y no, Santa Claus vestido de rapero en Navidad no ayuda».

Sólo la etapa de 2001 a 2008 ha sido capaz de consolidar grupos y salir de ese ostracismo mediático, aunque nunca ha sabido quitarse de encima los clichés, vivimos en el día de la marmota cuando vemos al enésimo reportero pidiéndole al MC de turno una improvisación o unas rimas sobre cualquier base. Ver entrevistas a raperos en medios generalistas es un auténtico ejercicio en el que deberíamos preguntarnos cuál es la imagen que tiene un colectivo como el rap para el gran público.

Puede que sigamos atascados en lo que quieren que seamos: el graffiti, el break, el baloncesto, el skate, la ropa ancha y la poesía callejera, pero «qué triste sería ser como quieren que seas…», ¿no? De este encasillamiento nace el acercamiento superficial de los medios y de ello la falta de reconocimiento y trascendencia de músicos, productores, etc.

Viéndolo en perspectiva, el rap de los 2001-2008 supo consolidarse y llegar a las masas. Fue la primera generación que dominó el flow en castellano y supo construir proyectos musicales de gran calidad y con ello llegar al gran público. Si somos críticos, nos daremos cuenta que al mismo tiempo esta generación no se distanció de toda la estética asociada, quizás porque era el propio público quien la demandaba y la propia industria quien se sentía cómoda con englobar a todos en el  mismo saco.

Cuando se habla de rap, normalmente, se habla de calle y seguramente no se hable de cualquiera, sino de una calle en un barrio obrero. ¿Pero qué calle hemos visto representada en realidad? ¿De dónde viene esta estética? La representación que hacía el rap en el 2000 de la calle era más bien norteamericana que española.

El Hip Hop es una cultura que a veces parece un invento intencionado. Es curioso que se articulen tantas actividades en torno a un mismo espacio, la calle del suburbio, y que se organicen todas de una manera tan coherente. Parece que fuera una cultura prefabricada que hubiera venido a entretener a la juventud de la periferia, ofreciéndole toda una serie de actividades en las que ocupar su tiempo: pintar, cantar, bailar, jugar… Enternecedor cuanto menos, casi como si estuviéramos ante un jardín de infancia para adolescentes.

Todos los clichés tienen algo que ver con esta cultura de raíces ajenas a la nuestra, con toda una serie de actividades juveniles asociadas dentro del mismo pack de consumo. Los festivales de estética callejera como Cultura Urbana no venían más que a confirmar esta indisolución posible entre todas las actividades que se engloban dentro del Hip Hop. Todo construido en realidad en torno a la estética y vivencias de una calle americana.

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Es ahora, en esta post-etapa, después del vacío que han dejado muchos grupos encumbrados en la etapa anterior, y la repetición y decadencia en la que se encuentran otros, cuando somos capaces de discernir lo valioso del atrezzo. Diferentes elementos nos hacen ver que esto se ha superado. Desde las producciones de Adrián Groves o Agorazein, que se alejan de cualquier referencia estética anterior. Los trabajos musicales con bandas como «Poética» de Chaman & Black Jackets o «Jazz Magnetism» de Kase O . La mezcla desprejuiciada con otros estilos genuinos de aquí como el flamenco que hemos podido ver, por ejemplo, en el último trabajo de Dellafuente, «Azulejos de Corales». Grupos como Los Chikos del Maíz o Zoo, que referencian todas sus reivindicaciones políticas al contexto nacional, la participación en la escena de grupos que pertenecen de manera genuina a la calle patria como PXXR GVNG, Takers

Hay muchas razones para ser optimistas pero, mientras tanto, los medios seguirán cayendo de manera intermitente en todas sus simplificaciones tan aburridas, mientras tanto, muchos promotores seguirán organizando festivales con actividades Hip Hop en torno a marcas juveniles para atraer a adolescentes y monetizar esta cultura, mientras tanto seguiremos viendo «los rap» del presentador de moda en primetime, esos que quieren ser Jimmy Fallon y no.

Y a pesar de ello, nos encontramos ante un colectivo muy amplio y musicalmente adulto, que ha superado sus encasillamientos y crisis de identidad adolescente, y se encuentra ante sí a un crisol de músicos y productores, que no tienen que necesariamente referenciarse al espacio común del rap, sino que crecen musicalmente en sus propios entornos y por vías que se salen de las imposturas de etapas pasadas. A pesar de todo y por fin, superando la calle americana.